13; Chums Over

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El reloj daba exactamente las ocho de la noche cuando el timbre de la entrada sonó, y sin tomarse un solo minuto Seokjin abrió la puerta de la casa de su mejor amigo, para encontrarse así con el joven pelinegro que había visto más temprano.

Se hizo a un lado para dejarle pasar, intentando inútilmente recordar su nombre, y viendo como el menor nervioso daba su primer paso en la casa, observando todo con detenimiento; cada detalle, cada pequeño elemento de la monocromática decoración, el blanco de las paredes y muebles sin siquiera una pequeña mancha; mientras llevaba bajo su brazo algunos libros de literatura necesarios para el trabajo que haría con Yoonji. Le intimidó un poco el orden casi exigente que llevaba cada pequeño objeto en la casa. Las paredes completamente peladas no mostraban ni rastro de estar habitadas por una familia hacía años, pues en ella no podía divisarse ni una fotografía, o en su defecto una pintura. Tampoco había plantas, y los Min no parecían ser la clase de personas que disfrutasen de cuidar una mascota, por lo que él y los otros cuatro eran los únicos seres con vida allí dentro.

"Yoonji está arriba"- dijo el mayor señalando con un gesto de cabeza a las escaleras, antes de dejar salir nuevamente aquel tono cariñoso con el que le era inevitable hablar- "Les aviso cuando la cena esté lista"

Jin sonrió con nostalgia al ver los ojos dispuestos y a su vez sorprendidos del menor. Reconoció esa escena de entre sus recuerdos, y cerró la puerta tras su espalda, antes de enfilar rumbo a la cocina donde Eunbi y Yoongi se dedicaban a preparar la cena.

Por su parte Jungkook subió cautelosamente las escaleras, topándose con la puerta de la habitación de la pelinegra, y tomándose más de lo normal para decidir si entrar o no. Luego de algunos minutos en los que creyó verse estúpido simplemente ahí parado, tomó el pomo de la puerta y la abrió lentamente.
Se sintió completamente débil e indefenso en aquel instante, sumido totalmente en la residencia Min, a punto de entrar en el que era el espacio de Yoonji, pero no se dejó vencer por lo intimidante de la situación, y finalmente entró.

Se llevó una sorpresa al ver que, para empezar, las paredes del cuarto no eran blancas y frías como el resto de la casa, sino de un débil rosa pálido, casi tanto como la piel y mejillas de los hermanos. Por todos lados habían tirados apuntes, cuadernos, dibujos, y demás papelerío. Pudo divisar alguna que otra fotografía de Yoonji, siendo más joven, con una mujer atractiva y sonriente.
La presencia de esta se hallaba por toda la habitación, como queriendo marcar su presencia en cada recoveco, e incluso se sorprendió al ver en el estante de una biblioteca, algo tapada con libros y hojas de papel, una imagen de Yoongi siendo este muy pequeño. Su rostro era igual de blanco, mas para nada pálido, más bien decorado de unas divertidas mejillas infladas y sonrojadas, y unas pequeñas y apenas sí visibles pecas marrones que supuso se habrían ido con el paso de los años. En lugar de esas pesadas ojeras negras, sus ojos parecían resplandecer con el negro fulgor tan típico del rubio, cuyo cabello era ahora azabache y largo. Llevaba el ceño fruncido, sí, pero algo le decía a Jungkook que no era en señal de verdadero enojo, sino de un pequeño niño berrinchudo de no más de cuatro años. Sonrió inconscientemente ante la visión de aquella adorable imagen, tan poco típica para él que ahora conocía al Yoongi más adulto, y se preguntó una vez más qué habría pasado con aquellos hermanos para acabar siendo tan fríos e irascibles.

Se cuestionó si la ausencia de aquella mujer de las fotografías tenía algo que ver con el cambio de personalidad; qué le habría pasado, dónde estaría, y cómo había sido la vida de Yoongi luego de aquel momento.

También se fijó en la gran cantidad de cuadros y pósteres de diversas bandas y artistas, jamás habiendo imaginado que la pelinegra fuese a ser fanática de piezas ambiguas, o de la música occidental; mucho menos de cantantes tan calmos y emocionales, creyendo distinguir entre ellos algún que otro nombre francés.
La iluminación tampoco pasó desapercibida para el menor, siendo esta dada por focos de un tono amarillento cálido, ni tampoco la suave música que se oía desde los parlantes del ordenador.
El espacio estaba tan lleno de personalidad y una alucinante proyección, que Jungkook ni siquiera notó la ausencia de Yoonji en él; podía, de una forma completamente nueva, sentirla allí, en cada rincón.

★GOF★ ykDonde viven las historias. Descúbrelo ahora