Capítulo 10. Estrella de mar (parte I).

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Maleta estúpida, ¿por qué no se cerraba? Ese viejo truco militar de enrollar las camisas y los pantalones para la cuestión del volumen y espacio era una puta farsa.
Me senté encima, desesperado, intentando cerrarla a toda costa con mis ridículos sesenta kilos y cero por ciento masa muscular.

  

—Cariño, ¿qué haces? —dijo mamá al asomarse por la puerta de mi habitación y verme en apuros con la mochila. Entró—. ¿Necesitas ayuda?

  

En otro momento me hubiese negado, pero casi sudaba por el esfuerzo en vano, así que le permití ser de apoyo. Cuando logré llevar el cierre hasta el otro extremo, puse la petaca sobre sus ruedas, tirando de la asa.

  

—Gracias, mamá.

Sonrió y me acarició el pelo. —¿Estás listo? JongIn ya está subiendo todo al coche.

  

Me volví azul, rojo, verde, morado. ¿JongIn estaba en casa? ¿Por qué yo no lo sabía? Iba a preguntar de forma inmediata, pero disimulé mis ansias detrás de una facción plana.

  

—¿Qué hace aquí?

—Bueno, él... —apretó los labios mientras yo le miraba con la ceja levantada—. Nos va a acompañar en el viaje. Después de todo, también necesitarás protección en Busan —claro que necesitaría protección. Mucha protección.

  

El cielo me sonreía ampliamente después de días en la prisión de mi hogar. Quería bailar y gritar de emoción, saltar por la ventana, tirarme a los brazos de JongIn y plantarle un tremendo beso enfrente de todos justo en la boca. Por supuesto, no lo haría, pero no por falta de ganas.

  

—¿Kyungsoo? —me habló, sacándome del trance. Ya casi silbaba como Blancanieves—. ¿Estás molesto?

—¿Eh? No, mamá, claro que no... —su cara de incredulidad no tuvo precio. No era conveniente que sospechara nada, así que me apresuré a componer la oración—. Me asustaría que se quedara aquí en Seúl, teniendo las llaves de todas las cerraduras. Podría entrar a robar.

  

Se rió, negando. A mí me temblaba la pierna izquierda de pura emoción.

  

—Nunca vas a cambiar, mi cielo —me despeinó, siendo interrumpida por el sonido del teléfono. Mi oportunidad se presentaba.

—Ve a atender la llamada: iré a darle esto al niñero —levanté la mochila, haciendo una mueca sarcástica.

  

Bajé las escaleras tan rápido que estuve a punto de irme de cara: afortunadamente, salí ileso.
Atravesé la puerta (no de forma literal, claro) y me dirigí con toda seguridad hacia la figura de espaldas del que se hacía llamar mi protector. Parecía que su radio afectaba gradualmente a mi presión arterial, pues entre más me acercaba, el aire parecía escasear más y más, haciéndome tener arritmia cardíaca.

Dejé mi equipaje en el suelo, y él volteó al sentir mi presencia; nos vimos a los ojos directamente. Él cambió su semblante y yo... creo que me oriné. Al menos de manera simbólica.

  

—No me dijeron que vendrías con nosotros —indagué, entrecerrando los párpados.

—¿Sorpresa? —enseñó las palmas, inseguro. Después de una sonrisa nerviosa, se recargó en la parte trasera del vehículo—. Tampoco a mí me lo dijeron... hasta hoy por la mañana. El señor Do simplemente llamó y me pidió estar aquí, con ropa interior y un pijama listo —rió.

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⏰ Última actualización: Sep 02, 2017 ⏰

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Ángel Custodio | καιsοο Donde viven las historias. Descúbrelo ahora