A Midoriya Izuku, sus padres lo han dejado en un orfanato a causa de ser un omega en una familia de puros Alfas.
Izuku desechado por ser un omega, crece sin amigos. Soportando burlas, humillaciones, insultos y golpes.
Decide que ir a una escuela...
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Mi nombre es Midoriya Izuku y tengo trece años.
Solía tener una familia cuando aún era apenas un infante. Mis hermanos eran Alfas, y también mis primos. Casualmente, mi familia también era adinerada.
En una noche obscura y fría, mi madre se balanceaba sentada sobre la mecedora, conmigo aún dentro de su vientre materno, mientras que tarareaba relajadamente en un tono de voz suave, la melodía de un arrullo de cuna para bebés. Sus manos se movían ágilmente en lo que ella tejía una sábana de colores pastel y de estambres suaves.
Pareciera que su sutil canto se mezclaba de a poco en poco con las gotas de lluvia que golpeaban contra el pavimento y las ventanas del lugar.
La chimenea que se encontraba al lado de nosotros nos brindaba calor junto con la manta que mi madre utilizaba para cubrirnos a ambos del húmedo clima dentro de la habitación.
– Con que aquí estás...
Mi padre no tardó en aparecer, entrando en la habitación junto con su usual expresión seria en el rostro. Se encaminó hacia mi madre, asechando para poder divisarnos a ambos mientras ella le observaba en silencio, reflejando curiosidad en sus ojos esmeraldas. Sus blanquecinas manos se posaban sobre su vientre en nerviosismo, de repente dejando a un lado y a medio proceso la manta que tejía.
– ¿Cariño, no te...? ¿No te agrada tener a este bebé? – Finalmente, la mujer se dignó a preguntar, dejando notar en su tono de voz la pequeña preocupación que sentía.
Mi padre le observó en completo silencio, expresando humor en su rostro. Segundos después, las comisuras de sus labios se encorvaron, dejando ver entonces una leve sonrisa.
– Claro que me alegra, es nuestro hijo. – El hombre robusto se cruzó de brazos, soltando un suspiro sin despegar su mirada de mí, – Imagínate... otro Alfa. – el mismo comenta con satisfacción, ocasionando así el sonrojo por parte de mi madre.
– Sí. – Asiente con la cabeza, bajando la mirada a su abdomen sobresaliente, – Falta aún para que nazca.
– ¿Qué será? – Pregunta el hombre de forma curiosa, – ¿Niño o niña?
La peliverde no puedo evitar regresar la vista hasta él, mirándole una vez más en silencio mientras pensaba en una respuesta satisfactoria para su esposo.
– No lo sé. – Admitió, – Siempre y cuando sea Alfa. – La mujer contestó, una sutil y suave sonrisa dibujándose en su rostro, mientras miraba al hombre que amaba. Este aprovechó el momento para hincarse frente a ella y tomar sus delicadas manos, uniendo los dedos de esta entre los suyos.
– Nuestra familia siempre ha engendrado Alfas.
La afirmación de mi padre, en parte le hizo sentir más segura, a lo que ella asintió de manera inmediata, correspondiendo al gesto de tomar las manos del mismo.