A Midoriya Izuku, sus padres lo han dejado en un orfanato a causa de ser un omega en una familia de puros Alfas.
Izuku desechado por ser un omega, crece sin amigos. Soportando burlas, humillaciones, insultos y golpes.
Decide que ir a una escuela...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La persona a quien yo aún o había podido ver, me jaló a una calle apartada del resto del ojo público; estábamos en un callejón angosto y obscuro, y yo no pude ver su rostro hasta que finalmente se dignó a dame la vuelta, empujando mi espalda contra la pared y haciéndome tropezar y casi caer por unas bolsas de basura que se encontraban dispersas en el suelo.
Mis ojos se toparon con los ojos dilatados de un hombre que desconocía por completo. Su piel se veía un tanto seca y maltratada, mas su mano contra mi boca ahogaba cualquier sonido desesperado que pudiera salir de ella.
Una risa sonora llegó a mis oídos, tensándome de forma inmediata. – Calma, calma. – Rió una vez más. Su voz era ronca y grave, era desagradable. Me hacía sentir escalofríos, pero más aún aquella mirada fría, que alguna forma se encontraba perdida.
Llevaba puesta una capucha negra, la cual no me permitía divisar su rostro a la perfección; eso me estaba frustrando demasiado. Lágrimas se juntaron en los bordes de mis ojos mientras me removía en su agarre, logrando tomar al hombre por los hombros.
Aun así no pude apartarlo de mí. Mi miedo era mayor, mis manos temblaran y evitaban que yo pudiera apartarle de mí.
– No voy a hacerte daño, Izuku...
En ese momento, los pelos se me pusieron de punta, y no hice nada para retener las lágrimas que comenzaban a derramar y manchar mis pecosas mejillas. Mis piernas comenzaron a temblar de forma inconsciente en cuanto sentí algo entre ellas. En los ojos del hombre podía notar satisfacción, pero yo tenía miedo de bajar la vista y encontrarme con algo a lo que le he temido toda vida.
¿Este hombre iba a violarme acaso? Preferiría mucho más que me matara de una vez, que tener que pasar de ser el Omega loser, no querido por nadie a ser el Omega loser que nunca será querido por nadie por haber sido violado por un Alfa cualquiera.
– ¿Te gusta esto? – Murmuró, manteniendo cierta distancia entre nuestros rostros. Negué con la cabeza, finalmente teniendo el valor de bajar la vista, y encontrarme con que tan sólo se había encontrado restregando su pierna contra mi zona. Aun así era incómodo, y se sentía sucio, incorrecto. Mas le rogaba a cualquier ser divino o superior que estuviera observando, que por favor no pasara a más.
– Aún no podemos estar juntos, mi hermoso Izuku. – Se inclinó hacia mí, deshaciéndose del espacio que quedaba entre nuestros cuerpos. Podía sentir su respiración caliente sobre mi cuello; inmediatamente me moví de nuevo, buscando soltarme de su agarre, pero el hombre se apartó de mí, fijando sus ojos escalofriantes en los míos una vez más.
– Por ahora te dejaré ir, amor. Pero cuando llegue el momento...
En cuanto el hombre me soltó, caí al suelo petrificado. Tampoco podía ver nada, todo eran manchas distorsionadas de colores confusos. Mi estómago estaba revuelto, sentía que vomitaría en cualquier momento. Pero no era tiempo para eso, tenía que levantarme, levantarme y correr. Lo haría.
Me levanté del suelo tambaléate, y justo cuando eché a correr, inseguro hacia donde me dirigía, algo golpeó contra mi cabeza, creando un agudo dolor y forzándome a caer al suelo. Las cosas se veían más borrosas que nunca y un zumbido inundaba mis oídos.
Una mancha negra apareció frente a mi campo de visión, – Serás mío, primor. – Aquella risa inundaba mis oídos una vez más, – Mi pareja destinada como Omega.
Aquello fue lo último que oí antes de que las luces se tornaran obscuras a mi alrededor y perdiera la consciencia.
Para la siguiente vez que abrí los ojos, me encontraba en mi habitación recostado sobre la cama como si nada hubiese pasado. Lo único que daba la señal de que no había sido un sueño, era el estruendoso dolor de cabeza que tenía, a causa de aquel golpe.
No tenía ni el más mínimo recuerdo de haber caminado a casa, ni mucho menos de haberme puesto el pijama. Pero lo que me causaba más ruido, era el saber que alguien a quien yo no conocía, andaba rondando en la calle con mi nombre y mayor secreto en mente.
Miré hacia el ventanal de mi balcón, decidiéndome por salir, sintiendo el frío rozar contra mi piel de manera inmediata. Tendría que tener mucho cuidado de ahora en adelante.