Capítulo 2

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—Veo que estás apurado, ¿Qué dices si te llevo? —preguntó Edward desde el auto.

Debo de controlarme, no debo hacer tratos con el demonio. Pero, luego llegaré tarde... Como me odio.

—Está bien—dije subiendo al asiento del copiloto.

—¿A dónde te llevo? —preguntó mirándome fijamente.

—Al circo, por favor —le dije mirándole de reojo.

El silencioso reinaba el ambiente. Cuando empecé a divisar la inmensa carpa de mi parada, revisé mi celular para ver la hora. Demonios, faltan diez minutos para las seis. Espero no llegar tarde, ya que la presentación es una de las primeras, no recuerdo si es la segunda o tercera.

—¿Porqué de la mañana a la tarde te comportas tan bien? —pregunté algo brusco, obviamente esa no era mi intención, con temor a la respuesta.

—¿Qué no puedo ayudar a un compañero de clase? —preguntó aún con la vista en la calle. Es inteligente, me respondió con una pregunta. Muy astuto. Ahora como me las arreglaré.

—Bueno si quieres hacer servicio público, —me encogí de hombros— eres libre.

Llegamos faltando cinco minutos. Me despedí con un apretón de manos y baje del auto. Corrí hacia la entrada y vi dos colas. La primera que era para todo público, mientras que la segunda era para personas invitadas o con reservación. Había cuatro personas. Rápidamente, me llegó el turno a mí.

—Vengo con Peter Derry, reservó ya un asiento para mí. —dije lo más seguro posible.

—Christopher, ya sé quién eres, no hace falta repetirlo.¬—dijo el boletero, Anthony. —anda, que tú ya sabes donde es.

No tuvo que repetirlo dos veces. Corrí como si me persiguiera el diablo. Tenía que subir unas escaleras, para luego tomar el pasillo derecho. Seguí mis instrucciones mentales hasta que llegue hasta la zona de asientos para familiares de los artistas. Ya sé que no soy su familiar, pero ya estoy dos años con él, así que vale.

Cuando entre y vi el asiento seiscientos veintiocho, el que me correspondía, ya había comenzado el primer acto. Era algo de malabares, en realidad no me importaba, solo me importa lo que mi chico haga.

Pasó el tiempo y nada, no salía. Ya habían pasado cinco actos, o tal vez mi mente fallaba o algo sucedía. Espero que sea la primera. Volví a revisar mi folleto que contenía y ahí está. Es el séptimo acto, sí, ya solo faltaba un acto más.

La voz de mando anunció el fin del sexto acto y el incio del séptimo. Me preparé para que la gente se soprenda con mi chico.

Ví como salía por el telón. Llevaba puesto un traje amarillo que convinaba con su hermoso cabello rubio. El traje le quedaba un poco —bastante, acéptalo celoso— pegado a su cuerpo. Le resaltaba sus abdominales. Se veía hermoso. Dirgió su mirada hacía mí. No dijo nada pero le mandé todas mis energías.

—¡Y ahora, Peter demostrará lo bueno que es siendo trapecista!

Aplaudí lo más duro posible. El trapecio bajó del techo y Pete empezó a realizar sus acrobacias. Era genial. Sus movimientos, sus acrobacias. Lamentablemente yo no sirvo para eso. Hizo algunos saltos que si que me sacaron el alma del cuerpo, pero terminó todo bien.

Todos aplaudieron frenéticamente y yo aún más. Dió una reverencia e ingresó por el telón. Me levanté de mi asiento y fui caminando por el camino por el cuál ingresé. Cuando llegué a la sala principal, me encaminé a la puerta que tenía un cartel que rezaba:

-Sólo personal autorizado-

A lo que intenté abrir la puerta, un guardia que parecía orangután me bloqueó el paso.

—No puede pasar —me dijo el guardia.

¿Cómo que no puedo pasar? A mi no me detendrá.

—Mire, usted a de ser nuevo, así que debe saber que yo si puedo pasar.

—Su tarjeta —me pidió.

—Voy a empezar a montar relajo si no me deja pasar —le advertí al hombre— y no le va a gustar lo que le sucederá

—Vaya terco que es usted, ¡Qué no he dicho!

Bueno, se lo buscó.

—¡Peter!¡Peter!¡Auxilio!

Empecé con mis gritos mientras trataba de entrar. Mi plan era que parezca que me quería agredir. Todos regresaron a ver a esta escena. Pero, como yo ya he pasado mucha vergüenza, ya no se siente.

—Señor, ¡cálmese! —decía el guardia sujetando mis brazos.

—¡Pete!¡Pete! —como si fuera arte de magia, mi novio cruzó la entrada a velocidad de Flash. Me agarró por la cintura y me apartó del guardia. Como si fuera un niño, me abracé a Pete y hundí mi cabeza en un su pecho

—Señor Derry —dijo este muchacho— perdone, no sabía que...

—Ahora lo sabes —le cortó Pete—que no vuelva a ocurrir.

Le saqué la lengua al hombre y me giré, caminando de la mano de Pete.

—¿No te quiso dejar entrar? —preguntó Pete.

—No, que desgracia de persona.

—Entonces, ¿Montaste eso a propósito?

—No me quiso dejar entrar. Yo le advertí.—le mire con cara cómplice.

—Eres capaz de emuchas cosas.

—Tienes toda la razón. —me acerqué y le dí un beso rápido en los labios.

—Ven entra, —me hizo entrar en su camerino— ¿Qué tal te pareció?

—Increíble. Incluso algunas chicas casi se desmayan.

—Tu sabes que solo soy para ti.—me tomó de la cintura y me dio un beso, no lleno de lujuria, sino de puro amor.

—Sabes, he estado pensando mucho esto, pero quiero hacerte una pregunta y una propuesta. —Pete avisó.

—Claro lindo, ¿Cuál es la pregunta?—pregunté acomodándome en la silla de su camerino.

—Me aceptaron en el Circo Francés,—preguntó algo nervioso— ¿acepto o no?

Me levanté, me acerqué y lo abracé. Alcé mi rostro y le dí un pequeño beso para luego decir:

—Felicidades, acéptalo, es tu oportunidad.

—Gracias, es verdad, no se me presentará una oportunidad así nunca más.—me abrazo, y luego nos separamos para sentarnos en la cama.

—Bien, iré a la tienda a comprar algo, esto merece la pena celebrar.—dije.

—No —me detuvo— iré yo. Es muy tarde para que vayas solo.

—Entonces vamos los dos—sugerí a lo que el negó.

—No, además quiero darte una sorpresa, aparte, esta relacionada con la propuesta. Espérame aquí.

—Okay, pero no tardes mucho. —se despidió de mi con un beso y salió del camerino.

Cruzó la puerta, y empecé a sentir una opresión en mi corazón. Algo estaba mal. Sentía que algo iba a ocurrir. Me percaté de un papel tirado cerca de la puerta. —se debió haber caído— pensé. Me acerqué, dejando de lado mi preocupación y tomé el papel. Estaba doblado a la mitad. Lo abrí, dejando ver la letra de Pete sobre el papel. Al leerlo, una lágrima cayó por mi ojo. Mi sentimiento de preocupación aumento. ¿Qué demonios sucedía?

No caeré otra vez, Cupido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora