Capítulo 5

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—Verás marica de mierda, —continuó mi padre agarrándome del cuello del terno— Nunca te enseñe a ser marica, yo creí que eras un hombre bien puesto.

—Ronald, —mí madre espetó— déjalo en paz.

—¡No Lucy, no! ¡Voy a corregir a este marica de una vez por todas! —mi padre se alteró.

—Ni se te ocurra ponerle un dedo encima a Christopher. —sentenció Yamile. Acercándose a nosotros a paso rápido, se interpuso entre mi padre y yo.

—Usted no es nadie para decirme cómo educar a mi hijo. —exclamó furioso mi padre.

—No, en eso tiene razón. —dijo Yamile serena— Pero bajo ninguna circunstancia en mi sano juicio dejaré que este muchacho reciba maltrato por parte de su propio padre.

—¿Acaso me estás retando vieja? —replicó.

—Puede que sí.

Fue la gota que derramó el vaso. Mi padre se abalanzó hacia la anciana, pero muy calmadamente, ella lo esquivó al último momento. Mi padre se chocó contra unos arreglos florales. Mi madre aguantó un grito. Mi padre se levantó más furioso de lo que ya estaba. Esta vez, agarro un florero y volvió a arremeter contra Yamile. Me armé de valor, y esperando que mis clases de Aikido sirvieran de algo, me interpuse entre él y Yamile. A este no pareció importarle, ya que igual lanzó el golpe. Rápidamente, desvié su golpe entrando a su espalda, Mi brazo subió y acunó la cabeza de él en el mismo. Mi mano subió a su espalda doblándolo y con el brazo que tenía su cabeza, lo proyecté lejos. Mi padre voló por los aires con todo y florero. Ahora agradecía todas las veces que mi hicieron ese técnica. Mi supuesto padre estaba tirado en el césped a unos metros de nosotros. Por el rabillo del ojo vi como Yamile sonreía triunfante. Mi madre corrió a socorrer a mi padre. Todo el mundo quedó atónito.

—No te preocupes hijo, en mis buenos tiempos era abogada, tengo contactos que se asegurarán que nadie te haga mal. —dijo la señora sobando mi hombro.

—Gracias. —dije torpemente. En realidad, no me costó plantarle cara a mi padre, siempre supe que no me iba a aceptar por lo que soy...

La gente se dispersó. Muchos mirándome orgullosos, mientras que otros, me miraban con asco e indignación. Solo subí mi cabeza, y caminé rumbo al hueco que contenía el ataúd de Pete. Cogí un puñado de tierra y lo lancé, en señal de respeto y que ya lo podían enterrar. Una lágrima cayó cuando los obreros lanzaban tierra rellenando el hueco. <<Nunca te olvidaré Pete>> pensé para mi mismo.

Cerré los ojos, y me prometí no llorar. Debía ser fuerte. Me encaminé hacia el sendero boscoso que me llevara hacia la salida. Seguía caminando y pasé por el parqueadero, cuando Kaya me sacó de mis pensamientos dando un salto con un tremendo grito:

—¡Chris!¡Ven en este momento!

Me paré. Esta mujer espanta de verdad. Se acercó y me dijo:

—Necesitas salir, despejarte de todo lo que está sucediendo.

—¿Así? ¿Con estas fachas? —pregunté.

—¿Que me crees, loca? —reí ante su comentario— recogí ropa para los dos.

—No sé...

—Ándale, ya compré entradas para el Don Fun.

—¿Acaso eso no es para niños? —pregunté extrañado.

—Diversión es diversión, ¿Qué puedo hacer?

—Mmm... Está bien, pero solo un ratito. —accedí. Dió un gritito de victoria.

No caeré otra vez, Cupido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora