parte uno

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Intriga palaciega

Parte uno

La reina había sido joven una vez, había sido la más bella princesa en su día, hasta que la ventura la entrego al capricho de la bruja, la dirigió por la amarga experiencia, arrebatándola  de su castillo hasta el de la bruja de donde la rescato el caballero que se convirtió en su esposo.

Reinaba en el castillo que había sido su hogar, el mismo donde un día pidió aquel deseo que la entrego a las garras del azar, y dónde llegado el momento tuvo un hijo, un niño con cabellos negros como la noche, el príncipe del cual hablamos ahora.

El príncipe creció como había crecido la reina: libre de ver hecha su voluntad cuando quisiera, sus súbditos le temían y adoraban a partes iguales, y no les faltaba razón para suponer que un corazón como el suyo podía ser amante si algún día deseaba serlo pero mientras no tomara esa decisión sería tan duro como duro había sido el corazón de su abuelo.

Porque en el corazón del príncipe Damian, hijo de la reina Talía y caballero que la rescatara, solo habitaban los más cercanos a él en línea sanguínea: su madre, que era hermosa; su abuelo, que era sabio y quizá también al hermoso hombre que le habían entregado al cumplir trece años.

Richard Grayson, que era el nombre de aquel, era un hombre respetado en el reino cuándo nuestra historia comienza, un hombre de piel de alabastro y ojos de un azul muy semejante al cielo despejado, el príncipe lo amaba, con la natural afección que suelen tener los sentimientos cuando nacen del impulso de querer que tienen los niños  y de la decisión de amar que a veces tienen los adultos… era hijo de gitanos y su sangre era antigua, por lo mismo no les fue difícil crear un vínculo entre ellos la primera vez que cruzaron miradas.

El príncipe lo amaba casi tanto como amaba el conocimiento arcano que lo llamaba a veces, desde las sombras, tentando su pensamiento, codiciando su memoria, y seduciendo su voluntad.

El conocimiento arcano que buscaba el príncipe, era aquel mil veces oculto por la memoria, aquel negado a los hijos de los hombres, aquella nota esencial que hacía la diferencia entre un hombre, aun de cuna noble, y un dios.

A veces, en medio de la penumbra de dicho conocimiento, el futuro rey rehuía la mirada de los suyos, aterrado de cuanto descubría en el inicio, pero muy pronto quedo seducido por aquel conocimiento secreto que se revelaba poco a poco a él, como desvelando poco a poco una realidad absoluta.

De la Nobleza y sus Nobles InteresesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora