Capítulo 2

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Cuando Carolina lo vio sentado en las escaleras de su casa, dejó las bolsas de la compra en el suelo y corrió hacia él para abrazarlo sabiendo que algo iba mal.

-Se ha rendido. – Dijo Zacarías mientras su hermana enterraba la cara en su cuello. – No creo que aguante mucho. No creo que ninguno de los dos lo hagamos.

Zacarías sintió las lágrimas de su hermana en su camisa y lamentó causarle ese dolor, pero no podía irse sin despedirse. Solo tenía que verla una última vez.

-Lo siento, renacuajo. – Le dijo con cariño. – Me gustaría...

-No. – Dijo Carolina. – No te voy a perder. ¡No os voy a perder a ninguno de los dos!

-Vas a estar bien. Tu marido y tus hijos cuidaran de ti, solo no dejes que esto te quite tu preciosa sonrisa.

Carolina levantó su cabeza del pecho de su hermano y se limpió las lágrimas furiosa.

-Hay una forma. No te va a gustar pero lo vas a hacer.

Zacarías la miró entristecido. Carolina nunca se rendía. Era una luchadora nata.

-No la hay. Sabes que la unión con una hembra debe ser algo natural. Debe haber amor para que una hembra pueda atarnos a la tierra y el lobo no tome el control.

Carolina tomó el brazo de su hermano y abrió la puerta de su casa con manos temblorosas. No perdería a su hermano y no había más que hablar. Con pasos decididos fue hasta el despacho donde Zacarías pudo ver un montón de pergaminos antiguos y libros con la historia de los cambia-formas por todos lados.

-¿De dónde has sacado todo esto?

-Mi marido trabaja en el archivo de los cambia formas ¿Recuerdas?

-Sí, pero se supone que nada de esto puede salir de allí.

-Detalles sin importancia. –Dijo Carolina al tiempo que cogía lo que parecía un pergamino muy antiguo.

-No te lo había dicho antes porque pensé que no estarías de acuerdo pero ahora mismo me importa poco si lo estás o no. Lo vas a hacer o yo misma te arrancaré la piel a tiras antes de que te vuelvas salvaje.

-¿De qué estás hablando?

-Este texto habla de que no solo se pueden unir dos lobos de distinto sexo, sino también del mismo. Solo hay dos condiciones: la primera es que tiene que haber amor entre ambas partes y la segunda es que una de las partes debe rendirse a la otra.

-¿Qué estás intentando decir?

-Samuel y tu podéis uniros y así no volveros salvajes.

-Eso es una locura. Yo no amo a Samuel.

-No digas tonterías. Puede que no le desees sexualmente pero no conozco a dos personas que se quieran más que vosotros dos. A veces dudo que incluso mi marido me quiera tanto como tu quieres a Samuel y él me adora. Si no ¿Por qué crees que ambos habéis aguantado tanto sin pareja cuando todos los de vuestra edad ya se han perdido?

Zacarías estuvo pensándolo un momento.

-Tienes razón, le quiero mucho pero esto sería llevar las cosas a otro nivel y no creo que pueda.

Carolina lo miró con los brazos cruzados.

-Esto no es sobre lo que crees que puedas hacer o no, se trata de vivir o morir. ¿Quieres que Samuel y tú viváis o prefieres rendirte y morir porque eres un cobarde?

Carolina lo conocía demasiado bien como para saber que el miedo nunca había sido un obstáculo en su vida. Si tenía que hacerse algo, se hacía y punto. Todo lo demás se arreglaría a su debido tiempo.

Zacarías se pasó las manos por la cara nervioso.

-¿Qué has querido decir con eso de que uno se tiene que rendir al otro?

-Es sencillo. No puede haber dos Alfas en ninguna relación, y esta no es distinta a las demás. Si los dos sois Alfas acabaríais matándoos el uno al otro. Uno de los dos tiene que ser sumiso.

-Eso no ha va a pasar. Ninguno de los dos lobos va a querer serlo.

Carolina sacó otro pergamino y señaló una parte.

-La renuncia de la voluntad era algo que los lobos hacían hace siglos para pagar deudas de honor, pero ya no se practica sobre todo porque se empezó a considerar una forma de esclavitud.

-¿Quieres que esclavice a Samuel? ¿Te has vuelto loca?

-Me da igual quien sea el Alfa y quien esté esclavizado mientras que los dos estéis vivos. Si por mi fuera, os esclavizaba a los dos y a tomar viento.

-Pero ser Alfa es parte de lo que somos... Y yo no puedo dejar de ser Alfa y hacérselo a Samuel...

-No es como si fueras a encadenarlo en la plaza del pueblo y azotarlo para el disfrute público. Solo eliminarías sus tendencias Alfas.

Zacarías sonrió triste a su hermana. Seguro que ella no tendría remordimiento por hacerlo, pero Zacarías sabía que ni Samuel ni él enseñarían el cuello al otro por ninguna razón. Ambos habían llegado a un acuerdo tácito en el que ninguno de los dos pediría la sumisión del otro y no creyó que ni si quiera la condena a muerte que conllevaba no hacerlo fuera a cambiar nada.

-Además sabes que una vez que os enlacéis cortarás tu propio brazo antes de hacerle cualquier daño o incluso hacerlo infeliz.

Carolina le puso en pergamino en sus manos.

-No os queda tiempo.

Se acabó el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora