Capítulo 3

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-Hola Samuel.

El silencio en la línea decía claramente que no era la voz que él esperaba escuchar.

-¿Está Zacarías bien?

-Está bien pero necesitamos que vengas.

-¿No puedes pedírselo a otro? Estoy ocupado.

-Solo tú puedes solucionarlo.

Samuel gruñó.

-¿Qué sucede?

-Es difícil de explicar por teléfono. Solo ven y si Zacarías te ataca, no te defiendas.

-¿Por qué debería atacarme Zacarías? Lo vi ayer y no parecía que fuera a hacerse salvaje.

Carolina suspiró.

-Tiene problemas territoriales.

-Zacarías es el lobo más fuerte que ha nacido nunca ¿Qué loco lobo se metería en su territorio?

-Ve a su casa y te lo explicará. Y no te defiendas.

Carolina colgó sin decir nada más.

Cuando llegó a la casa de Zacarías, a Samuel se le puso la piel de la nuca de punta. La puerta estaba abierta y las luces encendidas. Una puerta de entrada abierta en casa de un lobo nunca solía presagiar nada bueno. Samuel olfateó el aire y solo pudo oler el suave perfume de Carolina, y el más fuerte de Zacarías que olía a roble y pimienta. Pero Carolina tenía razón. El olor de Zacarías era mucho más fuerte de lo habitual, como si otro macho hubiera estado rondando su casa y tuviera que dejarle claro, a quien pertenecía marcándola con su olor.

-Estoy aquí así que controla a tu lobo.

Samuel entró hasta llegar al salón sin ver a sus amigos y con un mal presentimiento se dio la vuelta para dirigirse a la cocina. No había dado más de dos pasos cuanto sintió un fuerte golpe que lo dejó tumbado en el suelo y sin aliento. Solo tardó un segundo en darse cuenta de que era Zacarías el que estaba tumbado en su espalda inmovilizándolo.

-Está bien Zacarías, sabes que yo no quiero tu territorio. Somos amigos el suficiente tiempo para saber que a mi me importa una mierda las tierras, y si no fuera por mi jodido lobo, te daba las mías. Ahora levanta tu gordo culo de encima para que podamos hablar y solucionemos lo que sucede.

Samuel olió el aroma más fuerte de Zacarías, como si su lobo no estuviera satisfecho de la respuesta. Zacarías se incorporó lo justo para darle un zarpazo a la espalda de su camisa desgarrándola, afortunadamente sin tocar su piel.

-¡Qué demonios estás haciendo! Levántate.

Samuel no podía recordar temer a su amigo e intentó revolverse, pero no funcionó. Con un gruñido Zacarías le marcó la nuca con los dientes mientras le sujetaba los brazos.

Samuel tomó aire profundamente varias veces intentando calmar a su lobo. Si se transformaba y perdía el control, nada bueno podía salir de ello y sabía que estaba en un punto en el que si lo hacía su lobo lo consideraría una situación de matar o morir, y si atacaba a Zacarías y lo mataba, Samuel no volvería a ser humano.

-Está bien, está bien. No me muevo. ¿Ves? Ya he dejado de luchar.

Samuel podía ver las manos peludas de su amigo. ¿Por qué demonios estaba Zacarías en su versión de hombre lobo? ¿Por qué lo consideraba un peligro para su posición de Alfa? Se conocían desde cachorros y aunque habían tenido sus diferencias, jamás se habían atacado.

Sintió como las manos de Zacarías aflojaros su agarre en sus muñecas muy despacio y las empezó a resbalar poco a poco por sus brazos hasta llegar a sus hombros sin soltar los dientes trabados en la nuca. Con la fuerza justa para no hacerle daño pero lo suficientemente fuerte para recordarle quien estaba al cargo.

Se acabó el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora