20 de Enero 2016
Sus besos se esparcían por todo mi cuello, sus manos acariciaban mis caderas. Nuestros cuerpos emanaban calor deseosos de placer.
—Leo —gemí su nombre, colocando ambas manos en sus hombros intentando alejarlo, me encontraba a horcajadas encima de él. Estábamos solos, en el sofá del living de su departamento.
—Déjame hacerte mía, Liz —suplico en un susurro, provocando que mi cuerpo temblara ligeramente, cambio sus caricias por un agarre firme. Pero no podía hacerlo, no aun.
—Es suficiente, Leo. Por favor —rogué.
Tenso su agarre unos segundos y me soltó —bájate —ordeno con frialdad.
—Leo... —mi voz tembló, sé que lo hice enfadar... otra vez.
—Quítate, no te lo vuelvo a repetir, Lizeth —apartó su mirada, su mandíbula estaba tensa y sus manos hechas puños, apoyados en los apoyabrazos del sofá de cuero negro.
Me aparté lentamente, pero no llegue a colocar los pies en el piso que Leo se levantó abruptamente, provocando que pierda el equilibrio por unos segundos.
—Ya es tarde, te llevare a tu casa —ordeno.
—Pero... —intente replicar.
—Nada de peros, Lizeth. Haz una maldita cosa bien, arréglate y nos vamos —respondió mientras se dirigía al baño.
Cerré los ojos reprimiendo las lágrimas, inhale y exhale silenciosamente, tratando de calmarme. Si lloraba frente a él, las cosas se pondrían peor
...
Llegamos a mi casa, Leo estaciono en la acera y me baje de su moto.
—Lo siento, Liz —se disculpó, sosteniendo su mirada en el suelo.
—Sé que ya llevamos varios meses de relación, Leo. Pero no siento que sea el momento aún —digo en voz baja.
— ¿Confías en mí? Fuimos amigos antes de comenzar lo nuestro, lo sabes. Sin confianza esto no funcionará, cariño —explicó, acariciando mi mejilla.
—Confió en ti. Pero no estoy preparada para eso todavía, entiéndeme —Leo chasqueo la lengua, soltó un bufido y aparto su mirada un momento.
—No puedo quedarme mucho tiempo, bebé. Me tengo que ir —volvió su vista a mí, colocó sus manos en mis caderas atrayéndome lo más cerca posible. Acerco su boca a la mía y junto nuestros labios en un beso que solo podía transmitirme un par de cosas, posesión y deseo.
Mi cuerpo se dejaba llevar a su merced, mis manos actuaban por si solas, tomando fuertemente las solapas de su campera de jean, presas de su dominio. Mis piernas se sentían débiles frente a esas sensaciones que el causaba dentro de mi. Y mis labios encajaban perfectamente en sincronía con sus besos, salvajes, excitantes y dominantes.
Leonardo y yo nos conocimos en el patio de la escuela en marzo, el primer día de clases hace dos años atrás, él de segundo año, yo de primero.
Él tan decidido y amable se acercó a mí, tímidamente comencé a hablarle. Entablamos una amistad muy cercana, bromas, compañerismo mutuo y coqueteo inocente. Y en agosto del año pasado me pidió ser su novia. No dude un segundo en decirle que aceptaba.
— ¿Dónde iras? —interrogue curiosa, cortando el beso delicadamente, devolviendome a la realidad.
—A lo de un amigo —respondió. Sin querer dar más explicaciones—, te llamare más tarde —indico.
Asentí, separándome un poco. Se despidió y acelero rápidamente su moto, alejándose.
Me dirigí a la entrada de mi casa y abrí la puerta. Oí risas en la cocina, lentamente me acerque. Eran papá y mamá, estaban terminando de preparar la cena. Cuando me vieron en el umbral de la puerta observándolos, me sonrieron.
—Lizzy, al fin llegas. Llamó Luna, dijo que apenas llegaras le devuelvas las llamadas —informa mamá mientras me acerco a darle un abrazo a ambos saludándolos.
Luna, mi mejor amiga. Me va a matar cuando le cuente lo sucedido —gracias mami —me alejo dando media vuelta y me encamino al patio trasero
—Apenas termines de hablar con Luna, ven a cenar, linda —sonríe mi madre.
—Claro —le devuelvo la sonrisa mientras salgo por la puerta de la cocina que da al patio, saco del bolsillo de mi short, mi celular, el cual está en silencio y veo cantidad de llamadas perdidas de Luna. De pronto me da pánico devolverle las llamadas. Marco su número mientras me acerco a la piscina, me descalzo y meto ambas piernas en el agua. El atardecer, la brisa veraniega y el agua fresca resultan magníficos.
Apenas un solo tono se escucha y atiende.
— ¡Al fin, niña!, ¿Dónde te habías metido? Todo el día te estuve llamando, pero no me digas nada. Estabas con Leonardo, lo sé. Mi instinto de amiga me lo dice. Y yo te iba a invitar al parque. Espero que tu pequeña desaparición haya valido la pena siquiera —dice tan rápidamente, que apenas logro entenderlo todo.
Me río por su repentino y gracioso sermón —tu instinto de amiga seguro fue mi madre contándote donde estaba —puedo imaginarla poniendo los ojos en blanco fingiendo indignación—, y lo siento mucho, fue algo repentino. Solo vino a buscarme para almorzar y pasar el día con él —explico.
—Optare por tomar sus mismos recursos y también iré por sorpresa, créeme que no le gustara —dice dramáticamente, refiriéndose a lo posesivo que puede llegar a ser Leonardo.
Lo que no le va a gustar a ella va a ser lo que le tengo para contarle —Luna —bajo la voz.
—Suéltalo ya, Liz —me conoce tan bien —, ¡¿Ahora que mierda te hizo?! —podía imaginarla agitando un puño al aire, no sabía si reír por la graciosa escena o llorar por lo mal que me sentí hace un rato por la actitud de Leo.
—Lo mismo de siempre, pero no pude —digo vergonzosa.
—Tiene que entenderlo, le guste o no Lizeth —dice determinada—, agradece que tus padres me aman, guarda en tu mochila algo de maquillaje y ropa interior, tenemos una fiesta de disfraces a la cual acudir —comenta entusiasmada.
— ¿Cómo? —pregunto confundida.
—Isabelle da su fiesta de cumpleaños, ya hable con tus padres, te quedas a dormir en mi casa, pedí permiso por ti y tengo tu disfraz listo, ven a las diez —su entusiasmo me aterra.

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Indesición
Teen FictionLas decisiones correctas te llevan a lograr algo bueno... pero cuando decidimos lo incorrecto aun sin saberlo, nuestra vida puede cambiar completamente. Quizás sea esa la explicación del porque me encuentro sentada en el pasto frente a la laguna -la...