P R I M E R O

291 66 48
                                    

A veces hay gente loca y a veces hay loca gente,

que es básicamente lo mismo, pero en otro orden.

—Estoy muerta.

Pongo un pie dentro de la institución tras un arduo esfuerzo mental, destilo pesimismo con mis murmullos pero me da igual con los nervios que tengo. Miro a cada persona a mi alrededor con cautela, se ven tan intimidantes, no quisiera tener problemas con alguno de ellos. Normalmente estoy sola todo el año escolar siendo partícipe solo de conversaciones casuales que no pasan del típico: "¿Cómo estás?", digamos que tengo ciertos problemas para relacionarme con las personas.

Pero esta vez será diferente, porque ahora vivo en Coldprince, soy independiente y soy una mujer nueva.

Cuánto quisiera poder creer eso.

Cruzo el pasillo obteniendo una mejor vista de la entrada a mi salón de clases, antes de entrar respiro hondo reuniendo valentía. Odio que las personas me vean, lástima que eso es algo inevitable el primer día de clase. Me introduzco en la sala con la cabeza gacha, con la esperanza de pasar desapercibida ante tantas personas. Sin embargo, aunque no es sorprendente cuando nadie quiere sentarse a mi lado, no puedo evitar sentirme un poco desilusionada al ser evitada por todos, es algo de lo que tal vez mis blusones, faldas largas, y suéteres tengan la culpa.

El profesor entra a impartir su clase y sin perder el tiempo comienzo a anotar lo que creo importante, para mi alivio eso me aleja de cualquier probable escrutinio al que esté siendo sometida. Unos cinco minutos la puerta se abre, y toda concentración que había logrado reunir desaparece.

Todos volteamos a ver en esa dirección curiosos por conocer a la osada persona que interrumpe la clase el primer día de universidad. Mi sorpresa no se hace esperar cuando una chica rubia de ojos marrones entra arrastrando un aura salvaje consigo, luego de hablar brevemente con el profesor y a causa de que mi asiento es el único disponible, allí se ubica con sueltos movimientos perezosos y desinteresados.

Ella no me agrada.

A ver, yo quiero tener un amigo, o incluso que alguien se siente a mi lado... pero no alguien como ella. A la gente así la conozco bien, creen que tienen el derecho de pisotear a otros aunque ellos no tengan el cerebro para completar un ejercicio de geometría básica. La rubia trae puesto unos shorts de mezclilla, con una camisa de cuadros abierta dejando ver su camiseta blanca, combinada con unas botas marrones. Qué indecente. Me enderezo en mi asiento ignorando su presencia, tal vez si no me atravieso en su camino no me moleste o eso pensé, ya que posteriormente me doy cuenta de que ese plan jamás será posible.

—Hey, tú —murmura— Pst, pst, ¿me prestas un lápiz?

No lo puedo creer, ¿quién viene sin lápiz el primer día de universidad? Por eso no quiero a una persona como ella cerca de mí. Pronto me dirá que le haga los labores, estoy segura. Le doy el lápiz, con la intención de que me deje en paz por todo lo que resta de mis estudios en esa institución, es sencillo. Como un trueque, hasta los neardentales entienden ese idioma.

Pero ella no parece recibir el mensaje.

—Oye, ¿qué loco no?, es muy complicado esto de la arquitectura.

—Sí, un poco.

Silencio rubia. No quiero desconcentrarme con tus tonterías.

—Pero es interesante, ya sabes, hacer planos...

—Mucho —Musito aun escribiendo.

—Además, puedes crear las ideas más locas desde cero, es como... ¡como esos juegos de computadora en donde juegas a diseñar tu casa y que todos cumplan tus órdenes! Usar el papel tapiz que quieras, o tal vez crear un edificio, de todas formas y tamaños, quizás con un techo piramidal.

Cajitas de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora