𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨

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𝙘𝙞𝙣𝙘𝙤; 𝙧𝙚𝙡𝙖𝙩𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙖𝙨 𝙚𝙨𝙩𝙧𝙚𝙡𝙡𝙖𝙨 𝙝𝙞𝙟𝙖𝙨

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𝙘𝙞𝙣𝙘𝙤; 𝙧𝙚𝙡𝙖𝙩𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙖𝙨 𝙚𝙨𝙩𝙧𝙚𝙡𝙡𝙖𝙨 𝙝𝙞𝙟𝙖𝙨




9/3/2015, día ligeramente soleado, 09:00 horas.

Jimin dejó caer su libro sobre su regazo sin marcar la página rigurosamente, tenía la cabeza en otro lado. Era domingo y había despertado con su reloj natural hace tres horas, cuando aún el cielo estaba manchado de estrellas visibles, se preparó un té de anís y alimentó su olfato con la esencia potente en cada rincón de su cuarto, cogió un libro de su larga estantería y comenzó a leer con una flojera cómoda que le aburrió luego de un tiempo.

Se levantó de su cama estirando su cuerpo como un gato, miró por su ventana al sol pálido que acariciaba las nubes elevadas y tomó una decisión. Hace un par de días había comprado en una tienda de antigüedades que se alojaba en el centro de la ciudad, un libro sobre la comunidad solar de la época medieval, constaba de una serie de estudios rigurosos de las teorías de la creación, que sostenían a estos creyentes, y hace unos días sentía la atracción intensa de hojearlo un poco.

Lo tomó de su librero, dejando esta vez dos huecos solitarios entre los tomos, aquel de cubierta azul marina oscura con detalles dorados y plateados en bosquejos cortesanos, tenía iluminaciones pintadas con bordados dorados y cada letra capital presentaba la ornamentación de la época con las ilustraciones acordes a lo redactado. Su libro era una maravilla, que había costado su buen montón de billetes y monedas, pero sabía que valía completamente la pena. Había sido actualizado con un prólogo redactado en el S.XXI que lo contextualizaba de una forma que -según el anciano que se lo vendió- era perfecta.

Comenzó a leer, y se sumergió en la enigmática narración solar, la misma que envuelve a cientos de humanos racionales aún arraigados a su pasado. El corazón le latía rápido como un metrónomo de piano lustrado, y se sintió levitando por sobre sus sábanas cuando las páginas le miraron como a un espejo líquido. Se transportó a otra dimensión, a una tan conocida que le provocó escalofríos.

Prólogo.

Es menester del lector comprender por dónde habitan las historias narradas. La creación de los lobos y los humanos unidos por el cordón de la vida pertenecen a la amada diosa Tierra, la madre de nuestros suelos y cielos, la protectora e hija del dios Sol y la adorada Luna.

Érase una vez, en la estela antigua del reino de las estrellas hijas, cuando dos reyes se comprometieron al nacer del universo. Como una chispa de fogata, como un alardeo del viento, como el movimiento de las aguas y la clara humedad de las tierras, nacieron Sol y Luna, una estrella entre muchas y una luminosa existencia. Se le llamó Luna por su razón de iluminar, se llamó Sol por su brillar, y juntos crearon el mundo estelar, el primer mundo existente.

honey  ʸᵒᵒⁿᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora