Reencuentros y presentaciones

389 13 4
                                    

N.d.A: La historia de verdad que no es lo que parece según el inicio de este capi, a partir del "día siguiente" y la aparición de más personajes la cosa cambia.

-----

―¡Es Roman! ¡Deberías ocultarte y marcharte de aquí en silencio!

―¿Y no sería mejor contarle la verdad?

―Él no lo comprenderá ―<<es muy celoso y seguramente ha estado bebiendo>>. Hazme caso, estaré bien.

Urian titubeó antes de ocultarse detrás del sofá, su pelo y ropas negras se fundían bien con la oscuridad.

Finalmente Roman consiguió encajar la llave correcta en la cerradura y entró. Su pelo rojo y sus saltones ojos verdes resultaban inconfundibles.

―¿Sigues levantada? –preguntó secamente en cuanto reparó en mi presencia. Sus palabras  naufragaron entre el alcohol de su aliento. El olor a vodka barato resultaba muy fuerte.

―¿Qué tal te ha ido hoy? –pregunté por rutina.

―Mal –replicó bruscamente. Algo en él no iba definitivamente bien, podía sentir la tensión de sus hombros. Roman no era un hombre violento ni amenazador pero ese día parecía que acababa de salir del Infierno―. ¿Dónde está Irina?

―En casa de tu hermana, de todas formas éstas no son horas para preguntar por ella.

―¿La has dejado con Svetlana? –me regañó.

―La gusta jugar con su primo, ¿qué hay de malo en ello?

Roman vaciló antes de responder, como si estuviera buscando la forma más adecuada de decirlo pero por culpa del embotamiento de su mente le costase pensar.

―Ya sabes lo que ella y Sergey son –dijo al fin.

―¿Nephilims? Pero eso tú ya lo sabías desde el principio, nunca te mentí.

―¡No son humanos!

―Yo tampoco lo soy –tuve que cerrar fuertemente los puños para no golpearlo.

―¡Tú eres un ángel! Ellos son…criaturas demoniacas.

―¿¿Quieres que te enseñe un demonio de verdad?? –no me costaría mucho arrojarlo a un nido de demonios para que aprendiera la diferencia.

―Son criaturas condenadas por Dios.

―Por Abaddon, no por Dios. ―<<Dios lleva demasiado tiempo sin dar señales de vida>>, pensé, pero eso no podía decírselo a un humano―. Los ángeles tenemos prohibido el amor y el sexo por eso nos persiguen pero Golab y yo os protegeremos, no permitiremos que nos encuentren.

Roman decidió rendirse buscando el sofá para dejarse caer. No estaba segura de si Urian seguía ahí oculto por lo que le tomé del brazo y le hice que se sentara en la silla donde antes yo me había sentado. Me alegré de haber sacado solo un vaso que ahí reposaba, vacío.

―¿Por qué has abierto esa botella? ¡La estaba reservando para una ocasión especial! –protestó. Últimamente protestaba por todo.

―No entiendo de marcas –contesté encogiéndome de hombros.

Roman cogió la botella y la agitó. Su rostro enrojeció más aún al comprobar que estaba vacía.

―¿Te has tomado la botella entera tú sola? ¡Y luego el alcohólico soy yo! –bramó.

―¿Te ofende que yo tenga más resistencia que tú?

―Las mujeres… ―comenzó a decir. Le callé colocando el dedo índice sobre sus labios.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora