¡Viernes!. Por fin viernes, ese último día de la semana en el que, o mueres, o sobrevives para el fin de semana. Último día de la semana en el que tengo que ir a esa cárcel donde pasó seis horas del día. Cojo unos pantalones de Nike súper calentitos, mis Nike Huarache de color negro, una camiseta transpirable, más la sudadera más gordita que tengo. Previsión del tiempo, frío terrible.
Mientras voy a clase escuchando Demons, de Imagine Dragons, una de mis canciones favoritas, recibo un email. Abro la bandeja y encuentro uno de «profesornovato@gmail.com». En el está escrito este mensaje:
«Buenos días chicos. Espero que llevéis las pilas aún un poco cargadas, porque hoy os toca la primera batalla contra mí. Os espero a segunda hora en clase y a sexta en el gimnasio. Que tengáis un gran viernes».
Si lo tendría delante, le sacaría el dedo corazón en eacto de «yo también te deseo lo mismo».
Cuando estoy a escasos metros de la puerta principal del instituto recibo otro nuevo email. Del mismo emisor.
«Te doy la última oportunidad. Si quieres explicarme tus reglas, te espero donde ayer a primera hora. Es mi hora libre, no me hagas arrepentirme de haber madrugado para nada. Piensa las cosas antes de hacerlas, quien no ha jugado, aún no ha podido ganar. No abras una guerra contra mí, que sabes que puedes perder. Ya me ocuparé yo de tu falta de asistencia.»
Frunzo el ceño mientras saludo a Gracia, una de las conserjes, de echo, la que mejor me cae, y viceversa.
Decido no asistir, mis obligaciones son mis obligaciones, que es estar en clase de Matemáticas a primera hora, para que luego diga que mi actitud no le gusta. Paso la hora observando cómo se mueven las manecillas del reloj entre corrección y corrección de ejercicio. En los últimos diez minutos alguien toca a la puerta y creo sentir que el corazón se me para. Suelto absolutamente todo el aire cuando el que entra es Roberto, nuestro compañero que siempre se queda dormido los viernes, ya que es el día que su madre trabaja y no lo trae a clase. Cuando vuelvo a coger el bolígrafo rojo, el pulso me tiembla tanto que en vez de escribir números, parecen jeroglíficos.
-¿Que te pasa hoy?. Estas como intranquila tía.-Me giro hacia Laura y sonrío.
-Nada, solo que tengo ganas de que llegue de una vez el fin de semana.-Ella sonríe.
-Yo también. Aunque casi empalmemos una resaca con otra esta semana.-La verdad sea dicha, llevo toda la semana bebiendo por lo menos un trago de alcohol.
Cuando toca el timbre y veo la asignatura que toca creo morirme. Lengua. ¡Nos toca lengua!. He dejado plantado a Hugo cuando en la siguiente hora tengo que verlo, y a última hora también. Necesito una escapatoria, necesito no tener que verlo, ni mirarlo, ni escucharlo, me pone demasiado cardíaca, y no en el mismo sentido que pone a todas las féminas de la clase.
Salgo al baño y me demoro mucha más allá de lo que suena el timbre. Rezo para que no nos deje entrar en clase ya y no tener que verlo. Cuando llegamos a clase Laura y yo, la puerta está cerrada, tocamos la puerta y el nos da paso.
-Buenos días.-Sonríe cínicamente y espera un poco a obtener mi respuesta. Pero la única que responde es Laura.-Íbamos a analizar estas dos frases, pero creo que ya he encontrado voluntarias.-Cuando miro hacia la pizarra encuentro una frase enrevesada como ella sola, «como su mente», pienso inconscientemente.
Si hay una cosa que se me puede dar mal en esta vida y sin remedio alguno. Es analizar frases, se me ha dado mal desde que tengo uso de razón, aunque vaya pasando cursos como puedo, odio este tipo de cosas en la lengua. Cojo la tiza y observo por bastante tiempo la frase, cuando yo no he hecho ni la mitad, Laura a terminado. Intenta decirme las cosas moviendo los labios, pero Hugo se percata de ello y la manda sentarse. «Eres un asqueroso», pienso mentalmente. Termino la frase a boleo y me siento sin su permiso si quiera. Como era de esperar la frase de Laura está perfecta, y como ya me esperaba, la mía esta lamentablemente hecha, lo único que he hecho bien ha sido decir quién es el sujeto y poco más. Hugo trata de dejarme en ridículo poco a poco, pero al final como me preveía, me hace salir de nuevo a corregirla bajo sus órdenes. El marcador ya va uno cero, pero no me quemo.
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¿Qué pasó profesor?
Teen Fiction«A veces podemos pasar años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida, se concentra en un solo instante» Oscar Wilde