Me despierto, pero no abro los ojos, intento escuchar algo, pero no oigo nada. La cabeza me duele muchísimo y siento que el estómago me arde como si hubiese tragado lava. Intento llegar hasta el interruptor de mi habitación al lado derecho del cabecero, pero me doy cuenta de que ahí sigue habiendo cabecero. Abro los ojos. ¡No estoy en mi habitación!.
-¡Mierda!.- Observo todo, pero no recuerdo nada.
Me incorporo y observo todo, hasta a mi.
-Joder...- Llevo una camiseta de baloncesto de color roja de los Bulls. Y de ropa interior solo tengo el tanga.
-¿Qué coño hice anoche?.- En ese momento oigo como una puerta se abre y unos pasos se acercan. Segundos después se abre la puerta que está al lado izquierdo de la cama. ¡Es Hugo!.
Está desnudo tan sólo con unos bóxers blancos. Tiene un culo tremendo, tan grande como mi resaca.
-Per... perdona.- Sonríe.- Pensaba que seguirías dormida. Buenos días.- Coge corriendo un pantalón de un cajón y una gorra de una balda.
-¿Tú y yo...?.- Pone cara de alucine y niega con la cabeza. Ahora está apoyado en el saliente de la ventana.
-No, no.- Niega.- Tu y yo nada.- Suelto el aire contenido y me dejo caer en la cama. Para incorporarme rápidamente otra vez.
-¿¡Que hora es?!.- Mira su reloj de pulsera.
-La una y media de la tarde.- Me levanto corriendo y intento quitarme la camiseta. Justo cuando voy a descubrirme el pecho rectifico y me vuelvo a bajar la camiseta.
-¿Ahora tienes prisa?.- No puedo negar sus ojos de sorpresa.
-Es el día de mi cumpleaños. Mis padres tienen que estar alucinando con que no haya entrado por la puerta hace cuatro horas.- Le apuntó con el dedo.- Y tú, don novato, no me has despertado.- Pone cara de poca preocupación.
-No soy yo la que está semi desnuda en la habitación de mi "profesor novato" después de haber estado a punto del coma etílico.- Me vuelvo a mirar de arriba abajo.
-¿Donde está mi ropa?.- Pero antes de obtener la respuesta tengo otra pregunta.- ¿Y quien me la quitó?.- Suelta una carcajada.
-¿Hace falta que te lo explique?.-¡No!. ¡No!. ¡No!.- Tu ropa está secándose en el radiador de mi salón.- Asiento.
-¿Dónde has dormido?.- Pone los ojos en blanco.
Yo no paro quieta de un lado a otro de la habitación. Tengo que tener el pelo muy enmarañado de tanto tocármelo.
-En la habitación de invitados.- Suelto el aire. Que alegría y sosiego.
-¿Me puedes dar agua?.- El dolor de cabeza solo me aumenta cada vez que paso más tiempo despierta.
-Claro.- Empieza a caminar y yo lo sigo. Estábamos en la ultima habitación. De enfrente hay un baño, luego giramos y recorremos un pasillo, al lado izquierdo hay otra puerta con otra habitación, a la derecha, la cocina.
-Bebe.- Delante tengo una botella de un litro,
La cojo y empiezo a beber. Esta fría pero la necesitaba así. Cuando mi cuerpo empieza a asimilar todo, mi memoria no llega más allá de que se fueran mis padres.
-¿Qué pasó anoche?.- Pone los ojos en blanco.
-Anoche bebiste mucho.- Le miro inquisitiva.
-Dejando las obviedades a un lado.- Coge una otra botella de agua, bebé, y la vuelve a dejar en la encimera. Yo sigo bebiendo la mía, que está ya por la mitad.
-Version extendida entonces.- Se apoya en la mesa que tiene al lado y asiente para si mismo.- Anoche salí en busca de una antigua mía, con la que, si no fuese por ti, hubiese pasado una gran noche.- Empezamos por la información que me importa un comino, aunque no tanto. ¿Quien es esa amiga?.- De camino a recogerla, te encontré a ti, muy borracha, y acababas de fumar algo, que no solo llevaba nicotina.- Tierra trágame y escúpeme un mes antes, por favor.- Te pusiste a vomitar y decidí ayudar a tus amigas.- Termini mi botella de agua y hago un gesto preguntando si puedo beberme la que ha dejado el fuera. Asiente.- Al final decidí que, necesitabas terminar de vomitar y dormir, antes de llegar aquí, vomitaste en un descampado, y cuando te metí en mi cama y te desnudé.- Y ahí viene mi calor corporal a mil y estaré tan roja como nunca lo he estado.- Y te puse la camiseta con la que estás ahora. He lavado tu ropa, te has despertado, y aquí estamos.- Se muerde el labio y me observa.
-Realmente creo, que estaría muy bien morirme hoy.- El pone los ojos en blanco.
-Solo son dieciocho no estás tan vieja.- Me siento tentada por preguntarle su edad pero no lo hago. Por otro lado, son los dieciocho que necesitaba para no pisar más por una clase suya.
-Son, la resaca monumental que tengo.- Estiro un dedo.- La bronca que me va a caer.- Estiro otro dedo.- El castigo que me va a caer.- Estiro otro dedo.- También el que mi profesor novato me haya visto borracha.- Dejó lo de desnuda para otro momento.- También es que menuda mierda de día se está poniendo para ser mis dieciocho.- Me resbalo por la pared y toco con el culo el suelo helado. Entonces me doy cuenta de que llevo el culo al aire desde que me intente quitar la camiseta. Mierda.- Creo que deberías darme mi ropa.- Asiente y pasa por delante mío.
Minutos después aparece con ella en los brazos. Llevo veinte minutos despierta y ya me he bebido dos litros de agua casi.
-Toma.- Indica con la cabeza hacia la derecha.- Ve a la habitación a cambiarte y coge una sudadera.- Asiento. Me pongo la misma ropa que ayer, que ahora está limpia y caliente. Cojo una sudadera suya, pensará acompañarme.
Cuando salgo al pasillo me está esperando en la puerta.
-Toma.- Digo lo mismo que el minutos antes.
-Es para ti.- Frunzo el ceño.
-Está lloviendo en la calle, la necesitarás.- Pongo cara de enfadada, lo sé.
-¿Puede mejorar este jodido día?.- Sonríe.
-¿Quieres que mejore?.- Pone cara de pícaro y yo me siento aturdida. ¿Que coño le pasa?. Nos miramos hasta que un ruido suena al final del pasillo y el gira a mirar que es. En su cuello hay una marca morada de un centímetro de radio, la amiga que fuese también está aquí, y hoy lo han pasado muy bien mientras yo casi me muero en la cama de al lado.
-La verdad es que así está bien.- El me da mi teléfono.- Creo que alguien ya mejorará el tuyo.- Salgo por la puerta como alma lleva el diablo y ni si quiera cojo el ascensor, cojo las escaleras, cosa de la que me arrepiento cuando me doy cuenta de que estoy en el noveno.
Cuando salgo a la calle y miro la pantalla de mi teléfono me quiero morir. Cuarenta llamadas perdidas. Quince de mi madre, quince de mi padre y el resto, de mis amigas.
-Venga día, mejora un poco.- Miro hacia arriba. Ahí está, en la ventana, mirándome. Hago como si no lo he visto. Necesito perderlo de vista una buena temporada.
Aligero el paso y en nada llego a mi casa. No tengo las llaves, o las he perdido, o las tiene Hugo. No sé que opción de las dos me parece más terrorífica. Llamo al telefonillo y solo me dicen un «Sube» que me hace temblar.
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¿Qué pasó profesor?
Teen Fiction«A veces podemos pasar años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida, se concentra en un solo instante» Oscar Wilde