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Queridoya noamigo mío

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'Las paredes que atrapan la bóveda del Paraíso Celestial están pintadas de un solo color: El de la sangre'

...

El dolor nunca llegó. El sonido sordo del hacha cayendo y el de las lágrimas ardientes y desesperadas aparecieron en su lugar.

Lágrimas sin control y adoloridas.

Lágrimas que no me pertenecían. Lágrimas que suplantaron las mías que permanecieron atrapadas entre mis párpados, desde donde vi cómo te golpeaste la cabeza contra la pared y te arañaste la piel de los brazos y el cuello, hasta que terminaste consumido entre la sangre que manchó tu cuerpo tembloroso, con el que te acercaste a mí.

—No—susurraste, arrastrando las letras, atrapándolas entre tus dientes.

—No—te imité de manera atragantada, sintiendo tus manos pegajosas de líquido carmesí atrapar mis mejillas, desplegando caricias en mi cabello y en mis pómulos, manchándome la piel. Contaminándome de tu veneno—. No—repetí.

Había tantas cosas detrás de esa simple palabra. Tantas cosas amargas. Más mentiras que verdades. Mentiras que solo han traído y seguirían trayendo a mí una sola cosa:

«Dolor»

La palabra resonó en cada pequeño rincón de mi mente y mi ser, mientras tu boca caía sobre mi cuello para que tus dientes se clavaran con fuerza en esa parte de mi cuerpo.

Gimoteé suavemente. Sabía lo que vendría.

Ya había pasado otras veces.

Aunque he de decir que la primera fue la más terrible. Porque en esa ocasión, me arrebataste lo único que yo tenía como mío, la salvaguarda de que si salía de allí, yo podría continuar y recuperarme de los golpes, de las heridas.

Aquella tarde gris no solo me robaste la virginidad, también destrozaste la confianza que guardaba en mí y con ello mis esperanzas, las fuerzas de lucha.

Me rompiste.

Me redujiste a porcelana sucia, rota e irreparable. Un títere entre tus crueles manos.

«Vacío» Pensé y giré el rostro hacia la ventana cubierta por oscuras cortinas, que se movieron al compás del viento frío y me permitieron ver entre rendijas el cielo aglomerado de nubes que ocultan las brillantes estrellas.

Luminosas, solitarias y puras estrellas.

«Quisiera ser una de ellas» Aquel pensamiento se quedó flotando en mi cabeza cuando cerré los ojos para dejar que me siguieras destrozando. Ensuciándome. Hundiéndome en el fango oscuro de tus deseos.

Y así, después de ser arrastrado por tu vorágine, caí en un sueño profundo que me ocultaba de ti, enviándome a un pequeño paraíso de vacuidad.

Ese paraíso en donde quería siempre quedarme.

Lastimosamente, el momento de despertar siempre llegaba. Y en aquella ocasión, la sensación que inundó mi ser al hacerlo, fue indescriptible. Espantosa. Terriblemente dolorosa. Como un millón de hormigas carnívoras que reptaban, mordían sin piedad, introduciéndose por mis poros, desgarrando mis músculos, carcomiendo mis huesos.

«¿Qué está sucediendo?» Me pregunté, a la vez que me revolvía desesperado, manoteando sobre la dura superficie en la que me encontraba y lastimaba mi espalda.

Querido-ya no-amigo míoWhere stories live. Discover now