Querido-ya no-amigo mío

White World

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Here with me—Dido

Said I loved you, but I lied—Michael Bolton

Take my breath away—Berlin

...

La parpadeante luz roja del letrero de neón que anuncia el nombre de aquel motel de paso en el que están, se filtra a través del balcón y les baña con suavidad una y otra vez. Casi como una segunda piel, una nueva piel. Una piel ensuciada de escarlata.

¿Cuánto tiempo llevaban allí, así? Levi presiente que han sido pocos minutos, pero todo se le antoja tan longevo como tres vidas enteras. En su pecho, el corazón le está palpitando acelerado, angustiado y lleno de horrores añejos y futuros.

Seguramente Kenny lo está buscando con desesperación. La misma desesperación que habrá de haber embargado a Jean en la notaría, al permanecer esperando una llegada que jamás ocurrirá. Un pinchazo de remordimiento le atenaza durante unos segundos, y se muerde el labio inferior con saña a la vez que siente a Eren—que está a sus pies sentado en el piso como un perro que ha mordido la mano de su dueño pero que desea regresar a su hogar— juguetea con sus dedos entre sus manos.

Ninguno ha abierto la boca desde que salieron del departamento de Levi, hace ya varias horas. La verdad es que no saben cómo empezar una conversación que es más parecido a una asfixia cruel que aprieta sus gargantas, y que si se libera será un vómito de palabras, tan tóxico que los matará a ambos.

O así lo siente Levi. Pero puede que esté equivocado, y las lágrimas silenciosas de Eren le hablan de ello. Sin embargo, en ese momento no quiere pensar en eso, y en una búsqueda de alejarse de esos confusos sentimientos gira el rostro hacia los ventanales, en donde las cortinas se mecen con gracia peculiar a causa de un suave aire frio que se enreda entre ellas y viaja hasta inundar todo el lugar, permitiéndole ver un poco del exterior. Es ese instante que sucede aquel evento que no dura poco más de un minuto, pero que al presentarse casi como ensoñación es que lo obliga a quedarse fijo mientras fluye.

Y aquel suceso no es más que el infortunio momento en el que una polilla vuela hipnotizada hacia una de esas bombillas de luz ultravioleta que se utiliza para matar molestos insectos.

La pequeña criatura de alas pardas casi oscuras está volando en erráticos movimientos de sube y baja hacia los tenues destellos descoloridos de azul desabrido. Allá va ella, toda seducida, ansiosa, totalmente desesperada hacia un fuego que por su propia esencia jamás debe ser suyo.

Dos, tres, cuatro aleteos más cinco giros idiotizados y la polilla alcanza a la cruel luz.

Un solo contacto basta para que la rejilla electrificada haga su trabajo y la polilla se incendie convirtiéndose en una bola de fuego fugaz que al final se reduce a nada. Tan solo un hilillo de cenizas y un muñón de lo que ya no se puede llamar insecto, es todo lo que queda.

«Cuan desagradable decadencia es» Piensa Levi, arrugando el morro y regresando la vista a la figura encorvada y sollozante de Eren.

Contemplándolo así, Levi solo puede sentir que el Eren que está frente a él, solo es un burdo rastrojo de a quien quiso, y alguien distinto a aquel ser que vive en sus pesadillas. Y no está hablando solo de su físico, que también ha cambiado, ahora tiene el cabello hasta los hombros, disparejo en las puntas, la piel con un tono moteado en casi gris que habla de su encierro, los ojos apagados y los labios cuarteados, el cuerpo aún pegajoso por la sangre que se seca entre sus ropas y se oculta en sus uñas rotas. Todo en él está muy diferente. Ahora solo es un ser enteramente frágil, roto.