Dejé la última caja en el salón y me tiré en el gran sofá. Jake, mi hermano, se tiró encima de mi y después de él mi padre. Chillé y todos reímos. Solo faltaba mamá.
-Quitaos, me duele todo.
Papá se levantó riendo y Jake le acompañó.
-Los dos a dormir, mañana hay clase.
Jake gruñó y se fue a su nueva habitación. Me levanté del sofá.
-Papá, sabes que siempre antes de irme a dormir salgo a tomar un poco el aire.-caminé hacia la puerta y cogí mi jersey tres tallas mas grandes y me lo puse.-Más tarde vuelvo. Iré a conocer un poco el lugar.
Aunque aquel lugar no me gustase para nada. Casas lujosas, niñas pijas, chicos estúpidos y una lista infinita de cosas que odiaba.
-No vuelvas tardes, mañana tiene clase.
Cogí mi pequeño bolso y salí de casa. La brisa hacía que consiguiera pensar con claridad. A varios metros divisé un bar. Por lo que pude ver era algo viejo, algunos hombres fumaban fuera. Caminé hacia el bar. Los hombres de la entrada me miraron y rieron.
-Este bar no es para señoritas, cielo.-su aliento olía a alcohol.
Hice una mueca de asco.
-No soy ninguna señorita y le advierto que no me llame cielo.
Entré al bar sin esperar a que me contestara. Dentro habían camareras jóvenes coqueteando con hombres mayores. El local olía a cigarros aunque estuviese prohibido fumar. Me senté en la barra y pedí un Gin Tonic. El camarero no me pidió el carnet, nunca lo hacian. El camarero dejó mi bebida encima de la barra. La cogí y di un sorbo.
-¿Qué hace una chica tan guapa sola?-dijo alguien sentado a mi lado.
Me giré y le miré con cara de pocos amigos. Tendría unos cincuenta años, diez años más que mi padre. Puede que recibiera atención de cualquier camarera pero conmigo no conseguiría.
-Riéndome de capullos como tú.-sonreí falsamente.
Hizo cara de pocos amigos y se levantó a coquetear con alguna camarera.
Le di un sorbo a mi bebida y busqué mi libreta en mi bolso. Escribir me relajaba. Escribí sobre como me sentía en ese instánte, escribí sobre lo estúpido que sería enamorarse y que tenía suerte de nunca haberlo hecho. Iba por mi segundo vaso de gin tonic y tres viejos babosos ya se me habían acercado y todos habían sido ignorados. Comenzó a sonar You and Me de Matthew Barber. No me gustaban las canciones así pero no sé, esta me gustaba.
Alguien a mi lado pidió lo mismo que yo al camarero. Su voz me llamo la atención, no sabría como describirla pero me recordaba mucho a la de Matthew Barber. Podía sentir su olor, tampoco es que estuviera muy lejos, olía a menta y no a alcohol como los otros hombres del bar. Sentí sus ojos en mí y me giré para al fin verle. Era guapísimo. Sus ojos eran de color miel, sus labios gruesos, su pelo alborotado y rizado. Llevaba una cazadora de cuero negra, en plan chico malo y una camiseta blaca debajo.
Me sonrió y mostró sus perfectos dientes blancos. Le di una rápida sonrisa y volví a escribir en un intento de ignorarle. Se acercó y se sentó a mi lado. Cerré la libreta.
-Tranquila, no pretendía leerlo.
Le miré, tenía sus preciosos ojos fijos en mi.
-Si, bueno ¿también vas a intentar coquetear conmigo?
-¿Por qué no?-el camarero le trajo su bebida y el dio un trago largo.-Eres guapa.
-Antes de que lo intentes, no eres mi tipo.-sonreí y di un sobo a mi bebida.
-Una chica difícil.-rió.-Me gustan las chicas así, aquí todas suelen ser fáciles. ¿Eres nueva aquí verdad?
Sonreí.
-Lo que pasa es que no me fío de los tíos ¿sabes? llegan y presumen de cosas que no tienen solo para impresionarte, te dicen cosas bonitas al oído o cosas guarras, depende de que tipo de tío hablemos y lo hacen con la intención de llevarte a la cama.-hice una pausa y le di un sorbo a mi bebida.-Todos dan asco.
-Me gusta tu forma de pensar. Aunque yo no soy de esos. Las chicas inteligente son mi tipo. No has respondido a mi pregunta ¿eres de aquí?
Guardé la libreta en mi bolso.
-Sí, soy nueva aquí. Y por lo que veo y por lo que me has dicho, aquí no hay muchas chicas inteligentes.
Asintió.
-Hay algunas pero todas son niñas de papá, locas por que te presentes en su casa con un ramo de flores, vestido con traje y la lleves a cenar a uno de los resturantes más caros. Asustadas de que las lleves a una cenar a una hamburguesería y de que no puedan maquillarse como es debido porque el baño es un asco.-dio un trago a su bebida.-Y sabía yo que no eras de aquí. Ninguna chica de este lugar estaría en un bar así, no sería elegante.
-Vaya, has salido con muchas chicas así.-reí.-No soy como las demás chicas.
Miré el reloj. Las once y media, debería irme ya. Pagué las bebidas y me levanté para irme.
-¿Ya te vas?-preguntó sorprendido.
-Sí, es tarde. Ya nos veremos por ahí.
Salí de aquel lugar y volví a sentir la brisa. Cerré los ojos y disfruté. Alguien me tiró del brazo y me gire. Era él. Sonrió.
-No me has dicho como te llamas.
-Samantha.-mentí.
-No te creo, ese nombre no te pega.
Reí.
-Me llamo April.
-April.-sonrió.
-Sí, April.
-Ese nombre te pega más. Yo soy Andrew.
Asentí y seguí mi camino. Me alcanzó corriendo.
-Deja que te lleve, hace frío.
-Vivo aquí al lado y además, me gusta el frío y me gusta caminar.
-Pues te acompañaré a casa.
Negué con la cabeza y me paré.
-Dejalo ya. Algún día nos veremos otra vez.
Asintió y sonrió,
-Ya nos veremos algun día entonces. Pero cuando vuelva a verte, no te dejaré escapar así como así. Me deberás una cena, en una hamburguesería si no te importan los baños, claro.
Reí. El viento alborotaba su pelo y estaba tan guapo.
-De acuerdo. Hasta otra entonces.
Sonrió. Me giré y seguí caminando. Esta vez no me cogío del brazo y me sentí disgustada. Por primera vez en la vida, quería seguir coqueteando con un chico. Un chico bastante mono para ser sincera.
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Este no es mi lugar.
Teen FictionApril Moore ha pasado toda su vida viajando por los pequeños pueblos de Estados Unidos, junto a su padre y su hermano pequeño. Ahora tiene diecisiete años y ya ha estado en más de quince institutos diferentes. Su padre encuentra un trabajo fijo en N...