Adorable

123 4 0
                                    


Mía

Otro martes, una nueva oportunidad de arreglar las cosas con Ottis. Aunque no estuvimos hablando estas semanas, me gustaría que pudiésemos continuar como amigos y dejar todo lo sucedido en otro lado si es eso lo mejor para ambos. Zach y yo decidimos separarnos, pero creo que Ottis ha arreglado todos sus problemas con Dara y no quiero entrometerme. No lo sé tampoco me interesa mucho realmente.

Salimos temprano de cursar pero esta vez Ottis me miró y dijo:

- ¿Te quedás? ¿Que habrá más arriba? ¡Vamos a ver!

Y la curiosidad mató al gato, pero más nos mató el querer hacer algo impulsivo juntos otra vez. Morir no iba a ser tan grave si estábamos una vez más, los dos solos. 

Tomamos las escaleras hasta el sexto piso, corriendo desaforadamente, escondiéndonos de la gente, llegando a cada entre piso exhaustos pero sonrientes. El último piso no existía, solo había un marco de pizarra vacío en un costado y en la izquierda una puerta verde cerrada que intentamos abrir pero estaba con llave. Estábamos agotados de tanto correr, nuestros corazones latían fuera de nuestros pechos; nos abrazamos, y ambos notamos que nos sentíamos seguros el uno en el otro. El mundo podría haber acabado en ese momento y no lo habríamos notado. Me sentí pequeña a su lado, encajaba perfectamente entre sus brazos. Un desastre, lo sé.

Hablamos tanto, y de tantas cosas, nombramos nuestras responsabilidades, nuestros nuevos miedos e inseguridades, nos vimos expuestos observando los pisos inferiores desde arriba. Todo desde arriba se ve diferente, no puedo creer que hasta hace tan poco, temía de las alturas. Temía en realidad a todo. Le temía a hacer desde el fondo de mi alma, a sentir, a exponerme, a ser yo misma. Siempre me consideré una persona organizada quizás hasta obsesiva, en cierta parte eso se debe a mi enfermedad, pero no quiero pensar ahora.

La charla nos entretiene hasta que Ottis toma mi cintura e intenta besarme. Me suelto, sorprendida y digo:

- No podemos hacernos esto ¿No estaba todo bien ya? 

Ottis me mira, y puedo notar cierta tristeza en sus ojos, estuvo mal y lo sabe, pero se defiende diciendo:

- Vos lo hiciste la primera vez, ahora yo tenía que intentarlo.

Típico, lo evado y comienzo a pensar en cualquier otra cosa, como en bailar. Recuerdo que cuando era niña, mi abuelo solía ponerme en sus pies para bailar vals. Lo extraño y su recuerdo me llena de nostalgia, se que Ottis lo nota y para no verme vulnerable le digo sonriendo:

- ¿Por qué no bailamos un poco, sí?

Y coloco mis manos en su cuello. Él me abraza y llego justo a su mentón; cuando alzo la vista, sus labios y los míos se encuentran y puedo sentir sus manos acariciando mi espalda. Tengo frío y hago un ademán con los brazos para soltarme. Excusas, él ya las conoce. Riendo dice:

-Mirá que serás bajita, me llegás hasta acá usando zapatillas, me engañaste todo este tiempo. 

- Hace falta tener dos dedos de frente para darse cuenta

Le digo, tocándole la frente con los dedos. Y el contesta

- O quizás tres.

Y marca con tres dedos mi cabeza, que queda a poca altura y sé que lo hace para hacerme reír.

Decidimos sentarnos en un escalón a seguir hablando de otros asuntos personales. Él tiene problemas en su hogar pero no habla de ello, solo enuncia que los tiene y actúa el papel de hombre independiente que sé que es irreal porque aún sigue actuando como un joven. Lo sé porque me cuenta sobre la vida de sus amigos y las cosas que suelen hacer los fines de semana. Entre esos tópicos se le oye extraño, como si todo lo que hiciera lo hiciera desganado, por el simple hecho de encajar con ellos, con sus padres y en lo que lo rodea por más que no sea de su agrado.

Alguien con Quien DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora