Nadie lo hace Mejor

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Mía

Durante estas semanas y como suele suceder después de estar pocos minutos con Ottis, no hemos hablado en absoluto, nos sentamos quizás cercanos en otras asignaturas pero nada sucede, lo noto callado, distante y hasta preocupado por cuestiones que no logro entender porque él se esconde bajo chistes que hacen que la profesora de Retoque Artístico se sienta incómoda.

Ella explica una serie de botones nuevos para lograr efectos interesantes en las imágenes, pero el celular de Ottis suena y me quedo sorprendida al verlo salir del aula prácticamente corriendo. La puerta se cierra de un estruendo dejando a nuestros compañeros y a la profesora completamente mudos. Un rato más tarde todo vuelve a la normalidad, la puerta se abre y allí está él otra vez, su rostro se ve agobiado; toma asiento cerca pero a la vez lejos.

- ¿Está todo bien?

- No quiero hablar de eso ¿sí? 

Dice, mientras guarda algo en su mochila apoyada sobre la mesa y ni siquiera levanta la vista para verme. Espero que pronto podamos hablar de todo eso que tiene en su cabeza que por alguna razón no quiere compartir con nadie.

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Mía

Comienza a hacer calor, puede sentirse el aire acondicionado del aula de las clases de los martes más fuerte que nunca, quizás porque es una habitación muy pequeña o porque faltan quizás la mitad de los alumnos. Llegué muy temprano, somos pocos junto al profesor que comenzó a planificar los finales. Media hora después de las revisiones esenciales, de los presentes, de una presentación de diapositivas, la puerta se abre y Ottis entra apurado, deja su mochila negra sobre mi mesa y se sienta a mi lado, en silencio para no interrumpir la clase. 

De repente no me siento bien, debe ser por el mismo calor y ahora la presencia de Ottis a mi lado que me incomoda cuando desaparece después de tanto tiempo y pretende que todo esté como siempre. Esa inconstancia es lo que me acaba enfermando. Me duele el estómago y la cabeza no deja de darme vueltas; puede que sea también por no haber dormido suficiente preparándome para rendir las materias. No lo sé.

Debo irme a las once porque me llamaron por una urgencia laboral, y entre correcciones y papeles el profesor adelantó el horario de salida porque no había mucho más que hacer. Ottis debía retirarse también a las once por cuestiones personales así que decidimos tomarnos esas horas para ir a comprar unas pastillas de menta y subir las escaleras para poder conversar en nuestro lugar secreto.

Este sitio, si bien era secreto porque nadie subía, era nuestro porque ahí podíamos ser nosotros mismos aunque fuese solo por una vez en el mes. La puerta gris seguía cerrada, pero cada subida era una nueva oportunidad para intentar abrirla. 

Todo comenzó muy bien, charlando y riendo, algunos abrazos superficiales hasta que Ottis preguntó por Zach. Sabía que él en realidad no quería saber al respecto, que solo preguntó por cortesía y que en el fondo de su alma la situación no le interesaba así que me quedé en silencio hasta que él pidió disculpas por eso. 

Hablamos principalmente de mí esta vez, mis complejos físicos, mis defectos personales y él escuchó atentamente cada uno de ellos. Luego fue su turno y surgieron sus sueños, sus metas de vida y algo que cautivó mi atención por mis conocimientos en psicología: la soledad que experimentó durante la infancia. Contó con mucha pena que fue criado como si fuese un adulto cuando tan solo era un niño, que se sintió completamente solo porque ambos, tanto su padre como su madre, no  le brindaban suficiente atención. Por un momento quedó en silencio y acotó:

Alguien con Quien DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora