Scorbus; Nuevo año

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Una familia camina tranquilamente por el andén de la plataforma ocho en la estación de trenes de Londres. Dos niños, una niña y sus padres van llevando unos carritos cargados de baúles de aspecto extraño, con una especie de escudos. La familia se acerca a la plataforma nueve y comienza a acelerar el paso, hasta atravesarla y llegar a la pared que la separaba del andén diez. En lugar de esquivarla, se dirigieron a paso veloz hacia ella, mirando atentamente alrededor a la gente que, absorta en sus propios asuntos, ni siquiera les dirigía la mirada. Primero fueron los dos niños con su carro, atravesando el ladrillo como si fueran fantasmas, luego la niña y su madre, y finalmente el hombre, con sus anteojos y su negro cabello que aún hoy, parecía imposible de peinar.
Del otro lado de la pared no se encontraba la plataforma diez, o por lo menos no para los Potter y las otras familias de magos que se reunían al lado de la locomotora escarlata que llenaba de vapor la estación Kings Cross.
Para cuando Harry llegó su familia se encontraba dispersa y solo su esposa lo esperaba, con una sonrisa en el rostro. A lo lejos veía a su hijo mayor, James, conversando animadamente con una pandilla de otros risueños adolescentes, entre ellos su ahijado. A unos metros, su hija menor observaba curiosa el micropuff de otra niña y lo señalaba mientras parecía preguntar al respecto. Por último, subiendo al tren, estaba Albus, su segundo hijo. No era un chico problemático, o al menos no hasta el año anterior, pero aún así Harry nunca se entendió completamente con el. El primer Potter en Slytherin estaba comenzando su quinto año en el Colegio de Magia y Hechicería Hogwarts, después de un verano complicado lleno de sermones por su irresponsabilidad.
Aunque Hogwarts no fuera su lugar preferido, y tampoco fuera muy aceptado allí, se sentía aliviado. Finalmente, podía alejarse de su familia y encontrarse con alguien que realmente lo entendiera y apoyara.
Albus llegó al último compartimiento en el tren y abrió la puerta, dándole paso a su mejor amigo Scorpius Malfoy.
Se sentaron uno al lado del otro mientras seguían intercambiando historias sobre el verano.
—Mi padre estuvo extraño todo el verano, ya te lo dije, siento que algo oculta.
—Y yo ya te dije Scorpius, que si te hubiera perdido también estaría raro. Después de todo esto del giratiempo es lógico que tenga los nervios alterados.
—No lo se Albus. Sigo sospechando que algo trama, pero creo que no puedo hacer nada para averiguarlo...
—Tienes razón, no puedes. Pero lo que puedes hacer como miembro de la familia Malfoy, es gastar una porción de tu mini riqueza en tu incondicional Albus, amigo asombroso y amante de las ranas de chocolate.
—El tren aún no ha arrancado y ya quieres golosinas, no tienes remedio, Potter.
Albus sonrió y con tono de broma dijo:
—No me quedo por ti Scorpius, sino por tus golosinas.
Ambos rieron y miraron por la ventana. El tren comenzaba a moverse, pero aún se veían a las familias de magos que saludaban a sus parientes dentro de los vagones. Albus vio a su familia, pero su padre miraba hacia otra ventana, seguramente la de James o Lily. No podía culparlo y no lo hacía, siempre sus hermanos fueron los favoritos y el, la decepción. Apartó la vista de su familia y la volvió al compartimiento que, como siempre, sólo estaba ocupado por el y Scorpius. Scorpius, él seguía mirando por la ventana con cara de concentración. Potter le siguió la mirada a su amigo y descubrió a Draco Malfoy mirando con expresión desorientada las distintas ventanillas por las que asomaban las manos de los alumnos. El padre de Scorpius, tal como este había dicho, estaba diferente. Tenía unas ojeras que parecían indicar que no dormía desde hacía días. Su piel, pálida de por sí, ahora parecía de porcelana. La mirada de Draco llegó finalmente a la ventanilla del compartimiento de su hijo. Parecía aliviado hasta que notó a Albus, mirando desde más atrás. Entonces sus sentimientos pasaron a ser indescifrables.
El tren tomó más velocidad mientras se alejaba de aquella multitud de magos hasta dejarlos atrás.
—¿Quieren algo del carrito chicos?
—Si por favor, seis ranas de chocolate, y dos cajas de grageas de todos los sabores. Ah! Y un caldero por favor. Aquí tiene.
—¡Wow Scorpius! Cuando dije que me quedaba por tus golosinas no hablaba en serio, no necesitas todo esto para que me quede contigo... ¡Si ni siquiera te gustan los calderos de chocolate!
—No lo compro por ti tonto—Dijo Scorpius mientras recibía lo que la bruja del carrito le entregaba.—No todo, esto es para nosotros—Señalando las ranas de chocolate y una de las cajas de grageas— y esto para Rose, planeo regalárselo. Ya sabes, como para avanzar.
El rubio seguía haciendo un movimiento extraño con sus manos alrededor del caldero y la otra caja de grageas.
—No estoy seguro de que este nuevo tu me agrade tanto.
Malfoy frenó inmediatamente su presentación de los regalos y miró serio, pero confundido a su mejor amigo.
—¿A que te refieres?
Albus apartó la vista de la cara de su amigo. No podía pensar así.
—Es que siempre fuimos tu y yo los diferentes, y nos entendíamos, y tu... Y ahora... No se como continuar.
—Ey ey, sigo siendo el mismo Scorpius de siempre, mirame ¡Ta-Chan! Misma cara, misma túnica, unos centímetros más alto y ya. No entiendo por qué te estás portando raro.
—Tienes razón, es una estupidez. Pasame esa rana.
Scorpius se la lanzó desde el asiento de enfrente y su amigo la atrapó.
Pasaron el resto del camino charlando normalmente. O casi, porque Albus no podía evitar sentir una especie de vacío en el pecho, y Malfoy, aunque no hablara sobre ello, tampoco podía evitar notarlo.
Al llegar a la estación de Hogsmeade Scorpius y Albus saludaron al guardabosques, Hagrid, que sobresalía por sobre las cabezas de los pequeños y nerviosos niños de primer año que, como era tradición, debería conducir hacia el castillo a través de el lago. Los amigos se dirigieron a los carruajes que los llevarían al castillo y subieron a uno en cuanto pudieron. Albus entró primero y se sentó en un lado, pero justo cuando Scorpius se estaba por sentar del otro, una pareja de alumnos lo empujó y se sentó allí, obligándolo a quedar al lado de su amigo. En cuanto se acomodaron, antes de que los carruajes siquiera comenzaran a moverse, la pareja comenzó a besarse enfrente de los incómodos chicos. Albus desvío la mirada y pretendió no escuchar las risitas que soltaban. Scorpius simuló una tos falsa para llamarles la atención, pero al ser ignorado decidió fijarse en que observaba Albus y le siguió la mirada.
—Yo los veo
—¿Que dices?
—Que yo veo a los thestrals, Albus. Tu no, ¿no es cierto?
—No. Pero quiero saber como son, quiero verlos.
—Creeme que no quieres— contestó el rubio con voz triste— Ya sabes, para verlos... Yo vi a mi madre y...
—Oh no... Lo siento, no quise decir eso...
Albus no sabía como corregir su error.
—No importa, no digas nada— susurró Malfoy melancólico.
Albus le obedeció y el resto del camino no volvieron a dirigirse la palabra. Tampoco lo hicieron durante el banquete de la ceremonia de selección, de hecho, las únicas palabras que se dijeron hasta el día siguiente fueron "Buenas noches". Cada uno en su cama, los chicos no podían dormir. Scorpius no dejaba de pensar en su padre y su madre, y Albus... El no dejaba de pensar en Scorpius.
Al día siguiente ya todo parecía ser normal de nuevo. Los chicos se despertaron con la luz del sol entrando por la ventana, a al menos Scorpius, quien tuvo que sacudir a Albus y gritarle varias veces para que se despertara. Fueron a clases, cumplieron lo mejor que pudieron sus tareas y a la hora del almuerzo se dirigieron al gran comedor. Ahí Scorpius se dirigió a Rose y le dio de regalo las golosinas que le había comprado el día anterior. Esta, en agradecimiento, le dio un beso en la mejilla.
—Tal vez la lástima si sea un comienzo— murmuró para si Albus mientras esperaba a su amigo en la puerta para ir a la biblioteca.
Malfoy parecía sereno, se comportaba como todo un "Rey Escorpión" lo que a su mejor amigo le parecía extremadamente gracioso y algo adorable.
Ya en la biblioteca, Albus tuvo que aguantar que Scorpius le relatara una y otra vez lo que el mismo ya había visto. Al cabo de unos minutos se paró, guardó sus libros y le estampó un beso en la mejilla a Scorpius dejándolo turbado.
—Cualquiera puede besar, Rey Escorpión.
El confundido rubio vio como su amigo se alejaba y pensó que realmente, sus besos eran más suaves que los de Rose.

Originalmente esto iba a ser parte de una historia larga, pero me cuestan mucho esas cosas así que aquí está, como una one-shot.
¿Qué piensan que tiene Draco? Sólo quiero que dejen volar su imaginación (?

Scorbus; WattpadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora