—Ouch... Ouch... Ouch... —me quejo. ¿Por qué duele tanto ser mujer?
Continúo torturándome con las pinzas, pelo tras pelo. No sé como dejé pasar tanto tiempo antes de sacarme las cejas.
Me saco en último pelo y comienzo a frotarme la ceja, que dolor. Camino hacia la puerta quejándome de lo doloroso que es ser mujer y lucho para abrir la mala puerta de mi apartamento cuando alguien toca.
—¡¿Cómo vas?! —grita la pelirroja de mi amiga. Me corro para dejarle espacio para pasar— Traigo cerveza de la mexicana, güey.
Me río y dejo de frotarme la ceja.
— Trae el destapador de la cocina mientras me sigo preparando.
Entro nuevamente en el baño y guardo las pinzas en mi neceser de maquillaje.
— Mi pelo está perfecto por primera vez en la vida —murmuro pasando mi mano por él. Está muy suave.
Enchufo mi alisadora y comienzo a ondular las puntas de mi largo cabello para finalizar mi ritual de belleza. No tengo tanto tiempo como para ondular todo mi cabello, ya que tengo demasiado. Me llega hasta un poco mas arriba de la cadera.
— Ten —me extiende la botella de cerveza y le doy un sorbo. El amargo sabor se desliza suave por mi garganta.
Ahhh, lo necesitaba.
— Entonces... ¿Qué tan buena va a estar esa fiesta? —le pregunto a Hannah, mientras me aplico rubor.
— Dicen que buenísima, es bien exclusiva... Hasta es con antifaces —responde mientras bebe de su cerveza.
—¿Y cómo es que podemos ir? —me volteo hacia ella, apoyando mi cadera en el lava manos.
— Ya sabes, Michael es guardia hoy en esa fiesta y hablé con él. Me dijo que nos iba a dejar pasar, pero solo a nosotras dos, no podíamos invitar a nadie... —murmura encogiéndose de hombros de manera distraída.
Me río al recordar que a la última fiesta que fuimos de coladas, Hannah invitó a por lo menos doce personas más. El pobre de Michael no sabía como hacer para dejarnos pasar sin que su jefe se diera cuenta del sobrecupo de gente.
— ¡Entonces de allá somos! —respondo enérgicamente mientras vuelvo a ponerme frente al espejo para terminar de aplicarme el labial .
🌸
— Hace frío —me quejo y cruzo mis brazos por encima de mi chaqueta negra de cuero.
Ya es Otoño en Nueva York y se acerca rápidamente el invierno. Yo tuve, o mejor dicho, tuvimos la genial idea de salir con falda y sin medias. Nos estamos literalmente congelando.
— ¡Taxi! —grita Hannah, siendo ignorada nuevamente por el auto amarillo.
Escucho a mi mejor amiga chillar de frustración.
— ¡Quiero llegar ya! —me quejo uniéndome a su mal humor— Me estoy congelando.
Pasan aproximadamente diez minutos hasta que por fin, y gracias a la genial idea de Hannah, de ponerse en medio de la calle, logramos subirnos a un taxi.
Nos bajamos del taxi cuando llegamos a una gran mansión y nuestro amigo Michael nos deja entrar.
Me maravilla el camino que tenemos que seguir para llegar a la fiesta. ¿Cuanta energía gastaran los cientos de faroles enterrados en el pasto que alumbran el camino? Y ¿por qué me hago preguntas tan tontas? Me encojo de hombros y sigo caminando mientras escucho a Hannah hablar sobre el lugar.
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Olvídalo
RomanceSus ojos color turquesa fueron el motivo de que se dejara llevar en esa fiesta, solo pudo ver sus ojos y ya nunca los pudo olvidar. Fue un buen momento, solo eso fue... O eso pensaba hasta que el dueño de los ojos turquesa aparece nuevamente en su v...