Capítulo 4

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—Estoy dispuesta a hacer lo que sea para poder unirme a su panteón —dijo una mujer, de exquisita belleza

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—Estoy dispuesta a hacer lo que sea para poder unirme a su panteón —dijo una mujer, de exquisita belleza.

Su mirada curiosa recorrió cada rincón de la estancia absorbiendo todo detalle. Sin duda el lugar era hermoso. En tonos blancos, dorados y crema, la pureza y delicadeza del trabajo que se tomó para realizar aquel templo, le robaron el aliento. Alegre, anduvo hasta la ventana que daba a los extensos prados de verde hierba. El sol brillante bañaba con su luz todo a su paso, dándole al paisaje una imagen delicada. Decidió inclinarse sobre el balcón, buscando sentir los cálidos rayos sobre su piel. Esa posición, junto con la ropa que le abrazaba cada tramo de piel, resultó ser una bomba para el dios al que había acudido.

El hombre frente suyo, alto, viril y arrogante, la miró con evidente interés. Sus ojos chispearon con la pasión que comenzaba a apoderarse de cada rincón de su cuerpo. Con una sonrisa insinuante, asintió con la cabeza.

—Dices que lo que sea.

—Así es. Haré lo necesario para poder pertenecer a tu panteón, en el puesto que deseen.

Llevando una mano a la barba larga y canosa, consideró las opciones. Seducirla no le costaría nada, aunque la postura tensa indicaba que no sentía deseo alguno por él. Un montón de ideas llegaban a su mente, pero ninguna le convencía.

—¿Cuáles son tus habilidades? —cuestionó, saboreando en su mente su delicioso cuerpo.

—Las tengo todas, señor.

—¿Cómo es eso? —preguntó curioso, elevando una ceja.

—Resulta que soy hija de dos de los principales dioses de las fuerzas primordiales —comentó, sonriendo satisfecha.

—Así que obtienes tus poderes de ahí —inquirió, fascinado. Ella asintió, orgullosa—. Pero, ¿no tendrías inclinación por uno o por otro?

—No, señor. Soy el equilibrio de ambas fuerzas, por lo que puedo manejar un extremo u otro con suma facilidad. Mi naturaleza es ambigua.

Asintiendo, desechó la mayoría de las ideas en su mente. Si era verdad lo que decía, representaría un enorme peligro para los suyos y sobre todo para él. Si ella aprendía a controlar del todo sus poderes y desarrollaba nuevas habilidades, podría derrocarlo con solo chasquear los dedos. Era mucho riesgo a lo que enfrentarse. Sin embargo, no podía considerar la idea de rechazarla sin más. Podría sacarle provecho a la situación. Aprovecharse de sus poderes, tenerlos para sí mismo. Sonriendo satisfecho, la observó con fijeza.

—Te propongo un trato.


*****

Rendirse puede ser fácil para alguien que nunca ha deseado dar pelea, pero para un guerrero, resulta ser la decisión más difícil. La oscuridad parecía haberla vencido, los días pasaron con agonizante lentitud. Zalika no despertaba y eso tenía con el alma en vilo a todos sus cercanos. El tiempo corría y no se detenía ni por ella, la fecha límite estaba próxima, pronto el consejo real estaría ahí, como cada año, para tomar lo suyo e irse. El único deseo de su padre, era que ella despertara para disfrutar sus últimos días con ellos en familia, con la alegría que traía.

La hija del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora