Zalika tenía la esperanza de que, al despertar, las cosas sucedieran con calma. Con lo agitada que había sido su noche, esperaba por lo menos poder ir a dar un paseo para despejar su mente, desayunar algo ligero y luego regresar a preparar sus maletas para partir. Sin embargo, las cosas rara vez salían como ella lo deseaba, por lo cual, no se sorprendió cuando apenas salir el sol, aporrearon la puerta de la cabaña y le ordenaron salir de ahí. En cuanto abrió la puerta, se encontró con 3 sujetos que no le dedicaron ni un saludo y que no le ayudaron a recoger sus cosas. Simplemente, y en silencio, la guiaron a un vehículo lujoso, el cual montó, y se la llevaron de ahí a toda prisa.
Durante el camino ninguno se molestó en hacerle conversación, por el contrario, se limitaron a ignorarla. Por lo cual, decidió dormir un poco más. Después de todo, para llegar al palacio, les tomaría gran parte del día. Así que tomó la única chaqueta que pudo llevarse de la cabaña y la hizo una bola lo bastante abultada para que le sirviera de cojín, luego se recargó en ella y cerró los ojos.
No le tomó mucho caer en el mundo de la inconsciencia. No obstante, lo que ella deseaba que fuera un apacible sueño que no recordara al despertar, se convirtió en algo más. En lugar de flotar o tener un cuerpo menudo, como usualmente tenía en sus sueños-recuerdo en los que ella era Ma'at, esta vez se hallaba en el cuerpo de una mujer más bien robusta. El color de piel no era el dorado al que estaba acostumbrada, era más bien un poco más oscuro. Y no era tan alta, su estatura en realidad rondaba en lo normal y decente.
Confundida, caminó por un sendero rodeado de neblina densa, sintiéndose por completo ajena a ese cuerpo. Miró hacia todos lados, buscando algo o alguien, una salida cuando menos, pero todo estaba desierto. Dio otro paso y el piso bajo ella se volvió como un espejo que absorbió su pie. Intentó retroceder y equilibrarse, solo consiguiendo lo contrario. Cayó de espaldas, siendo rodeada de un líquido extrañó que comenzó a ahogarla. Sacudió los brazos, las piernas y la cabeza. Casi cayendo en la inconsciencia, percibió un remolino que la succionó.
Al abrir los ojos, descubrió que estaba en un lugar extraño. Era como el templo a donde la había llevado Horus, pero este, a diferencia del otro, no tenía la pequeña pirámide en el centro sino un escalón no muy alto rodeado por cuatro columnas. En el suelo estaba extendido una alfombra de tono rojo con estampado en tono beige, sobre este había a su vez un plato de cobre con incienso encendido. Zalika caminó hacia ese lugar y de forma automática se hincó, balbuceando algunas palabras en un idioma desconocido para ella. Una pequeña nube de tono azul se formó y entre esta surgió un ente que ya había visto con anterioridad.
«¿Horus?» Pensó, observando con incredulidad.
—Amada mía —saludó el dios, inclinando la cabeza.
Zalika sintió su rostro deformarse en una mueca de amargura. De forma inconsciente formó con su mano un puño apretado y lanzó un bufido al aire. Acto seguido se inclinó un poco hacia adelante. No entendía lo que ocurría, su cuerpo le era totalmente ajeno.
—Amada mía, qué descaro el tuyo —murmuró con tono molesto—. Lo hiciste a propósito, ¿verdad?
—¿El qué? —respondió, mirándola con curiosidad.
Irritada, Zalika se inclinó otro poco y soltó aire entre los dientes, moviendo la imagen de humo.
—¡El preñarme! —gruñó, sin embargo, se cuidó de mantener la voz baja—. Maldita sea, sabías que era virgen y como sacerdotisa debía mantenerme así toda mi vida. ¡Yo no deseaba esto! —señaló su vientre que comenzaba a tener una ligera curva, producto de su estado—. ¿Sabes lo peligroso que es esto? Lo perderé todo, y si el faraón lo considera, podría hasta terminar... muerta —susurró.
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La hija del Sol
Fantasi🌟 Historia ganadora de Los Wattys 2018 en la categoría "Los héroes"🌟 Egyptes fue una vez una tierra próspera que se infectó por un gobierno corrupto. El pueblo, cansado, pidió a sus dioses ayuda y les fue dada una profecía: "La noche en que la lun...