CAPITULO 1

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CAÍN

El par de hielo, flota en mi Bourbon en un clásico vaso de whisky y con pequeñas gotas de miel.

Intenso y con cierto dejo dulce, pero sin quitarle su origen escocés como antonomasia de toda la vida de una única cebada malteda y pura, sintiendo su choque y sostenido este, por mis dedos acoplándose al sonido del agua, por estar sentado fuera de un pintoresco bar y a pocos metros de la costa, que por el movimiento con su suave oleaje chocando con ella, como gran y paradisíaco lugar turístico como veraniego que es.

Que por su hora y sobre el ocaso.

Como un péndulo en su color fuego en tonos naranjas, dorados y ocres, se oculta sobre el horizonte marítimo.

Haciendo que pierda mi mirada plata, detrás de mis lentes de sol que llevo puesto al paisaje náutico y playero, como gente disfrutando de este e interrumpa mi lectura del libro que sostengo en mi otra mano y apoyándolo, en una pierna cruzada sobre la otra con cierta postura como aire elegante y mi por demás, fino traje en tres piezas que llevo puesto en su negro oscuridad y de corte sastre europeo conforme a la temporada.

Pero, muy acorde pese al lugar.

No lo mal interpreten, por favor.

Déjenme, explicarles.

Pese a estar, en un sitio llámenlo playero.

Vacacional.

O de descanso y asueto, que por su clima tropical como paisajes y plazas, conformadas por prestigiosas cadenas hoteleras que superan las cuatro estrellas sin titubear.

Y donde es elección tanto de familias para distenderse de sus obligaciones rutinarias o puede laboral como social y hasta de ejércitos juveniles, con sus hormonas a flor de piel en sus periodos de descanso para venir.

Sonrío.

Para disfrutar del día a día, con sus playas y mujeres a la orden de estas, en sus sugerentes bikinis o del abuso excesivo que la noche con sus fiestas y juergas.

Que otorgan.

Sonrío más.

Y te llevan.

A la tentación.

Puedo vestir armónico al lugar en que me encuentro, que bajo su música calma como tranquila que rodea y envuelve el recinto a la ocasión incitando e invitando a ello.

A la elegancia.

Por ello, no se confundan damas.

Ya que, puedo.

Si notan, mi presencia.

¿Cómo, les explico?

Suspiro dando un pequeño sorbo a mi etílica bebida, para luego apoyar mi brazo en la mesa que estoy y mi barbilla en mi puño de forma tranquila, pero sin perder mi postura refinada en la silla mientras pienso.

Y mi media sonrisa vuelve, ante el ciento de sinónimos que me han puesto a lo largo de los tiempos, pero eligiendo uno de mis favoritos.

Ser, un camaleón.

Si, como leyeron.

Uno de muchos y que varias veces, he sentido que me nombran así.

¿Por qué, dicen?

Caín, la sombra de un caído®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora