SANDRA
Las suaves notas finales de la melodía instrumental que tocamos en el ensayo, se convierten en un solo al llegar a la primera pieza con tercera posición y compañía del piano.
Donde, mi violín.
Cálido, pero vibrante.
Y armónico.
Se deja llevar con mi dominio melodioso, constante y las partituras frente mío me lo demandan, mientras invado con su suave música.
Y deleito.
De pie y ante la mirada silenciosa de todos mis compañeros, en el escenario del gran teatro vacío que nos encontramos.
Cada acorde que sale me obliga a cerrar mis ojos, porque mis manos con mis suaves movimientos guiándolo.
El violín y yo.
Donde uno, es cuerpo.
Y el otro, alma.
Nos convertimos, en una sola pieza.
Una sola, cosa.
Que, pese a tener aún mis ojos cerrados y dejarme llevar por mi música.
Puedo sentir, las miradas de todos embargándome en su silencio y respectivas sillas, sosteniendo cada uno su instrumento en mano.
Y hasta del mismo coliseo donde estamos practicando, que en breves días será la función.
Que siendo solo un basto, alto, enorme y elegante edificio de arquitectura como diseño antaño estilo Greco.
Me hace sentir, que todo el lleva oídos.
Y me escucha.
Deleitándose con mi música y de tantas que fue testigo, a lo largo de su fundación de un siglo atrás.
Un aplauso al unísono lo llena con el final por mis camaradas, cuando abro mis ojos y sonrío agradecida, seguido del director con nuestro último ensayo.
Sonriente también y satisfecho, desde una de las butacas vacías y primera fila.
Y aplaudiendo de forma tranquila mientras poniéndose de pie, se acerca a nosotros muy conforme a el escenario.
- ¡Bien! ¡Bien! ¡Bravo! - Exclama feliz a todos, bajo nuestros abrazos y palmaditas con mis compañeros, por el excelente resultado de equipo.
Se detiene a los pies del alto escenario y nos mira desde abajo.
Hace a un lado su corto, pero en los lados, largo pelo oscuro para mirarnos bien a todos y me sonrío sobre mi violín que abrazo, por sentir con disimulo como roba suspiros de mis compañeras, ese ya acostumbrado tic que tiene.
Pocos meses que está con nosotros el director Jeremías Montenegro, reemplazando al viejo Mac Gregory por merecida jubilación.
Pero el suficiente con sus bien llevados cuarenta años, porte atlética y mirada con ese dejo de mucha vida transcurrida, bajo sus ojos castaños y lindo carácter, aunque exigente y profesional, para ejercer esa atracción para muchos, tanto en lo que te demanda como físicamente.
Sube por los cortos peldaños de uno de los laterales, para llegar a nosotros cálido y volviendo a aplaudir poniendo bajo su brazo, sus carpeta de contendidos para el espectáculo dando unas últimas directivas a algunos compañeros que con saludos de mano en alto, se despiden.
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Caín, la sombra de un caído®
FantasíaSINOPSIS Dios y el Diablo, uno frente al otro. Un día, jugaron una pulseada. Fue el séptimo día. El domingo. El que se creó, para descansar. Y apostaron. Por mí... ¿Cómo un ángel, en tu camino? ¿O bien, como el demonio que te inci...