CAPITULO 5

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CAÍN

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CAÍN

Me desmorono contra mi coche al llegar.

Apenas puedo, por el dolor que siento de esa energía que me consumió, extender mi brazo y poder abrir mi lado, para una vez dentro apoyar todo mi peso en mi asiento.

Jadeo con mis ojos cerrados y hasta sintiendo gruesas gotas de sudor deslizándose por mi cuello, mientras mis dedos buscan el interruptor de mi puerta para bajar la ventanilla y que algo de aire fresco inunde el interior del auto.

No sé, en qué momento mis alas desaparecieron.

Pero lo cierto, es que jamás las vi.

Y vuelvo a repetir, nuevamente algo ajeno a mí.

Sentir.

Sentirlas tan...

Mierda, no sé ni que calificativo ponerle.

Pero lo cercano sería en su mayor tamaño lejos de la de siempre y acostumbrado a verlas, como fuerza al expandirse sin mi permiso, mientras experimentaba ese poder adueñándose y recorriendo cada jodida célula que me compone, para luego esa contundencia erradicar en ellas.

Y lo que más me sobresalta.

¿O asusta?

Una en su negro, satinado y brillo perfecto en negro.

Se convirtió en blanca.

Uno, puro en su color.

Abriendo mis ojos y ya casi controlando mi respiración, volteo como siempre al asiento del acompañante y busco abajo de este, la cajita de música.

La abro para escuchar su melodía que desde el día que llegó a mí, me da esa cierta paz que a más de una vez necesito.

Es una sonata y como dije una vez, pareciendo la de un violín con sus melodías en colores tristes.

Mustio, pero lejos de lo luctuoso o lúgubre.

Más bien, plácido.

Y como si con cada nota serena.

Vuelvo a cerrar mis ojos.

Podrías escuchar la vida...

Podrías escuchar la vida

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Caín, la sombra de un caído®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora