CAPITULO 8

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CAÍN

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CAÍN

Aunque mis ojos están cerrados, percibo sonidos.

Movimientos y ruidos, para luego el servir de una cosa.

Mullido se acopla a mi cuerpo al moverlo, ya que estoy acostado sobre algo blando.

Descubriendo al abrir mis ojos, que es una cama.

Una, de una habitación de un solo ambiente que compone todo lo que parece un departamento, cual, al focalizar descubro familiaridad.

Si.

La decoración, su mobiliario como cuatro paredes en suave tono amarillo.

La casa de septiembre.

Y ella misma sin notar que desperté, en el sector de lo que compone una pequeña pero acogedora cocina, cosa que, flexionada sobre sus rodillas, observa con detención y sonrisa en los labios, como el gatito bebe del diminuto tazón y con ganas, supongo que leche que le sirvió.

Acaricia su lomo mientras le dice algo bajito que no llega a mis oídos, pero debe ser algo cálido, ya que el animalito responde con un suave ronroneo de satisfacción.

Pero notando un segundo movimiento mío, gira hasta donde estoy, continuo a buscar lo que permanecía en espera sobre la mesada para acercármelo.

Una taza con una bebida caliente, que por su aroma floral, deduzco que es un té de hierbas.

- Despertaste. - Su voz suena llegando a su cama.

- ¿Qué pasó? - Solo puedo decir, incorporándome y obligando a que tome la taza.

- Te desvaneciste... - Responde, sin dejar de insistir que beba de la taza. - ...tuviste como una especie de mareo...

¿Mareo?

¿Y eso?

Jamás tuve algo parecido.

Me refiero a síntomas humanos.

Procuro comprender, más bien, recapitular lo que sucedió, pero solo en mi mente tengo presente nuestro encuentro inesperado que no se inmutó al verme de la nada, como y lo principal para mí, siendo mi propósito.

Que ella no debía verme.

- ¿Y me trajiste a tu departamento? - Mi pregunta la hace sonreír.

- Si... - Me mira. - ...corrí a ti cuando te desmoronaste sobre la acera, pero me ayudaste a cargarte contra mis hombros, para llegar y recostarte. - Sonríe más. - Y facilitó que vivo en el primer piso.

¿Hice eso?

Y lo más importante, no solo del por qué sigo hablando con ella como si nada.

También.

¿Por qué me trajo acá y no un Hospital, si soy un desconocido.

Aunque lo reconozco y me alegra que no lo haya hecho a eso último.

Caín, la sombra de un caído®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora