Capítulo 9.

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—¡Anahí se nos hace tarde! —me grita Maite desde el salón, claramente desesperada.

No sé que la agobia. Tampoco tenemos una hora exacta a la cual debamos llegar al club.

—Ya voy, mujer. Ya voy. —cojo mi  carrera y mi celular y bajo las escaleras.

—¡Madre de Dios, mujer, estás di-vi-na!

Sonrío ante el piropo de mi amiga y me veo una vez más en el espejo del salón.

—¿No está muy escotado aquí atrás? —giro en el espejo, de pronto insegura. No sé si es demasiado.

—Lo es bastante, pero lo suficiente para que dejes loco a tu chico sin nombre.

Me cruzo de brazos haciendo una mueca con la boca a mi amiga.

—No he quedado con él, Maite Perroni.

—¿Que tal si te lo encuentras?

—Pues que se vaya por su lado.

—Ajá —rueda los ojos.

—Va en serio.

—Vale, vale. Vamos que Christian nos está esperando.

—¿Y Dulce? —pregunto mientras tomo las llaves del coche.

—Cenando con su amoooor —rueda los ojos y me río mientras echo llave al apartamento— en un rato nos alcanza.

El mismo club ¡como no! Debí esperarlo. Me negué a ir, por supuesto, pero Maite insistió que ya Chris estaba ahí con la mesa apartada para nosotros. Al parecer hoy mezclaba uno de los mejores DJ de la ciudad y todos han decidido aglomerarse en ese local.

Existe la leve posibilidad que me lo encuentre. O quizás no. De todas formas el lugar estará a reventar de personas.

Llegamos, y yo más nerviosa de lo que quería aceptar me paso la mano constantemente por el cabello. El portero nos deja pasar al decirle que tenemos mesa esperándonos y entramos. El ruido es descomunal. Casi no podemos ni caminar entre tanta gente y casi agradezco al cielo cuando encontramos a Chris cuidándolos la mesa con recelo, sentado entre las 6 sillas amontonadas una sobre otra. Y como era de esperarse, Christian decide tomar la mesa más cercana a la pequeña tarima, donde el ruido es aún peor.

—¡Hasta que llegan, por Dios! —nos grita sobre la música abrazándonos a cada una.

—Perdón, aquí estamos.

Mi amigo nos sonríe y saca dos sillas para nosotras y a penas me siento, el ruido comienza a atormentarme.

—¿No había otro sitio? —le grito y él niega con la cabeza, bailando sobre su asiento al ritmo de la música.

—¡Les traeré unos tragos, chicas! Que nadie coja las sillas.

—Odio esto —le digo a May.

—No lo odiarías tanto si estuvieras con tu chico sin nombre ¿no? —se burla de mi.

—¡Callaaaa! —la fulmino con la mirada, pero luego sonrío traviesa— Hoy ligo.

—Andale, pues tienes pa' escojer —señala el montón de cuerpos al rededor y yo echo un vistazo.

Hay chicos muy monos, siempre hay. De esos que te sonríen a través del vaso y te llaman con el dedo invitándote a bailar. No debería importarme y no debería ser tan exigente ¿no? Quiero bailar de momento, no creo que pueda tener una buena charla con todo este ruido y el reducido espacio. Y el V.I.P. debe estar mucho peor.

Cuando Christian llega con un servicio de tequila me animo a beber. Nos divertimos un rato haciéndonos fotos y retándonos con unos cuantos chupitos y una hora más tarde me siento mejor. No borracha, pero si mejor.

¿Deseo o Lealtad? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora