-Supongo que solo tienes miedo.-Añade Andrew.
Sweet lo mira tímidamente queriendo hacer uso de la malla y niega con su cabeza rotundamente.
-De todas formas, lo averiguaré.-Exclamó lanzándose a la piscina inmediatamente.
-Estás loco.-Recalca ella.- Ahora que te has lanzado, recoge los desperdicios por el lado izquierdo y yo cubriré la parte derecha de la piscina.-Ordena.-Pero date prisa antes de que empiece a llover.-Recalca.
Él no paraba de verla. Sí, recogí cuantos desperdicios podía pero también la veía y descubría la ingenuidad en sus ojos, el temor en sus labios quebrados y el dolor en sus manos temblorosas. Cogió el brazo de Sweet, de pronto no pudo contenerse , entonces Andrew acarició su cara mientras intentaba grabar en su memoria cada sutil rasgo de su rostro.
-Eres hermosa.-Le confesó él.
-Siempre me dicen lo mismo.-Confirma ella.
-Pero nunca nadie te ha dicho que eres hermosa por la calidez de tu alma y la sensatez de tu corazón.-Sedujo al instante mientras bailaba inevitablemente un vals de película.
Y la lluvia empezó a caer cada vez más intensa y ellos no dejaban de mirarse como si acabaran de encontrar en el otro la mitad faltante, el rescate al naufrago, la cura a la enfermedad. Nunca antes dos personas fueron capaces de recorrerse mutuamente el alma en simples dos minutos de profunda complicidad.
Ella comenzó a perder la estabilidad de sus piernas y temblorosa dejó caer su cuerpo sobre el agua que en un santiamén fue sostenido por Andrew quien sin pensarlo tomó la decisión de llevarla hasta su cama. Ella con el sueño arropándole las pestañas exclama su irrevocable deseo de verle fuera de su habitación; él en cambio se niega y propone nuevas ideas para que ella sin renunciar a su 'moderno e intachable modelo' de recibir a los cómplices sentimentales, le permitiera permanecer un momento más en la habitación.
-Vas a cambiarte en el baño y permaneceré aquí hasta que logres vestirte, ¿bien?- Establece él.
-Siempre que no voltees o peor aún, forcejees la cerradura para entrar y asesinarme brutalmente, estará bien.-Exclama ella entre cansancio y sarcasmo.
-Estará bien.-Respondió en corto él respetando su voluntad, como siempre.
Cuando ella decidió salir en pijamas, él estaba de brazo cruzados, con los hombros recogidos, encorvado, intentando dormir y esperar a la vez. Sus ojos ya no brillaban más, su voz estaba apagada hacía muchos minutos, sus pies ya no taconeaban el piso de madera pero el aire que acondicionaba la habitación estaba desempeñando tan bien su trabajo, que alcanzó a enfriar el cuerpo de Andrew. El chico imposible, al que nada le afecta, al que nada le sucede, al que las cosas 'duras' solo le parecen 'cosas simples de la vida'.
De inmediato Sweet sintió como el sueño se alejaba de su cuerpo y las ganas de molestar, de molestarlo se afianzaba con más impulso que nunca.
-Muchacho dormilón- Gritó al oído seguido de una carcajada.
Él saltó sorprendido sobre el sofá y exclamó su molestia.
-No es nada gracioso que me asustes cuando sabes que estoy cansado después de la jornada de trabajo de hoy.-Explicó inmediatamente.
Ella inmediatamente se sonrojó apenada por aquella acción peligrosa y molesta.
-No pensé fuera una broma tan pesada para ti.-Reforzó ella a la brevedad mientras abrazaba su cuerpo cubierto de un trabajo bastante empapado.-Te propongo que te cambies esa ropa, te resfriarás.-Aseguró ella.
Después de tanta insistencia, accedió. Accedió colocarse un pijama azul que en su anatomía quedaría corto sobre sus largas piernas pero al menos el algodón permitiría la expansión de la tela.
-Te ves guapo.-Afirma Sweet.
-Deja de burlarte- Suplica él.
Ella lo abraza inmediatamente y él corresponde con un beso sobre la frente. Ella cierra sus ojos y el aprovecha la ocasión para deslizar sus dedos sobre su rostro, confirmando la suavidad de su rostro. El teléfono de Sweet suena. Andrew intentó ignorarlo pero la insistencia entre repiques, era legendaria.
-Oye, Sweet, te quiero mucho, amiga.-Confesaba Susane alcoholizada.
Pero algo sucedía, las respuestas de Andrew no podían ser escuchadas por Susane. La señal fallaba, como fallan las cosas justo antes de las grandes e indefinibles tormentas.
-Texteame, mejor.-Pidió Susane a la brevedad.
Andrew le contestó como si realmente fuera Sweet. De inmediato volvió a contemplarla y cuando ya no pudo controlar el sueño, decidió marcharse. Claro, no sin antes asegurarse de que Sweet estaría suficientemente arropada para soportar el frío y al despertar encontrara una nota que, por lo menos un momento, la hiciera sentir como ella era: Grandiosa.
Apagó la luz y ordenó la sala. Tomó el trabaje empapado, lo puso sobre su hombro mientras aseguraba las puertas del patio trasero y en puntillas, quien sabe por qué, salió por la puerta del frente y se perdió entre las curvas de la vía de acceso al menos por aquella extraña pero inolvidable noche.
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Estrategia para quedarme
Lãng mạnEn la cálida ciudad de Minds, vivía Sweet, una jovencita demasiado obstinada para hacerle honor a su nombre. Estudiaba durante el día, practicaba lo aprendido por las noches. Había sacado tantas cuentas en su vida, tantas, que acabó por convencerse...