Capítulo Cuatro:

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«Estoy Muerto». Eso era lo único que podía pensar ahora mismo. Caminaba como alma en pena por los pasillos. Me sentía pesado, acorralado, no tengo a donde ir. Veo al final del pasillo a unos veinte huérfanos. Me acerqué y lentamente intenté escabullirme en medio de ellos, intentando esconderme. Escuchamos todos el sonido de pasos y silbidos. Cuando miré en aquella dirección vi como se acercaba Gómez. Con las manos en los bolsillos, un cigarillo en la boca y un aura de egocentrismo. Llegó riéndose. Todos callaron.

-¿Tempranito? Vaya, que obedientes bastarditos.- Dijo con sorpresa fingida.

Nadie se movía. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Gómez miró a todos. Cruzamos miradas por unos segundos. Bajé la vista como un rayo. Mis pulmones dejaron de funcionar y mi mente en blanco. Comenzó a reír. No puede ser, me reconoció.

-¡¿Qué esperan?! ¡Comiencen a limpiar que no tengo todo el día!- Su voz retumbó por todo el pasillo, nos hizo sobresaltar. Miré en su dirección. Se sentó en una silla solitaria a fumar. Solté todo el aire poco a poco. Creo que no me reconoció, al parecer viviré un poco más.

Caminamos todos en dirección a la habitación que tenía las cosas de limpieza. Cada uno agarrando lo primero que veían. Me quedé de último, por lo tanto ya no habían escobas ni trapos. Agarré un trapeador y un balde. Me dirigí al baño y, junto a unos chicos, lo llené de agua. Estaba alumbrado por una opaca luz. El olor incomodaba, pero al menos no huele tan mal como los de los últimos pisos. Busqué el líquido para limpiar pisos pero no lo veía en ningún lado.

-Aquí está- Anunció una voz grave pero calmada tras de mí. Voltee a ver. Era un niño, creo que mayor que yo por un año, alto, de ojos azul oscuro, cabello negro con un estilo un poco emo y corto. Parecía un asiático.

Agarré el envase de plástico y le agradecí con la cabeza. Viré un poco en mi balde. Se volteó con su balde en mano y trapeador en otra dispuesto a irse. Dejé el envase en una esquina e hice lo mismo. Cuando ibamos a salir del baño entró un niño exactamente igual al que va frente a mí. Solo que éste tiene los ojos azul verdoso y el cabello de arriba mas largo que el resto. Se lograba leer en su pegatina el nombre "Andre".

-Sander, ahí viene Gómez.- Susurró en modo de advertencia con una voz un poco aguda pero calmada. Mis nervios alterándose de nuevo.

-Dale, antes de que...

-¡Eh!, déjense de mariconerías y limpien el jodido piso.- Nos gritó desde fuera con su impertinente voz.

El otro rió por lo bajo mordiéndose el labio inferior. Abrí los ojos asustado. Espero que no lo haya escuchado. Salimos en silencio del baño. El tal Sander comenzó a mapear y Andre, el que parece ser su gemelo, comenzó a limpiar una ventana junto a unas niñas. Caminé un poco y comencé a limpiar, aún nervioso. Gómez empezó a caminar lentamente. Estaba caminando hacia mi dirección. « No. Oh, no.» Intenté con toda mi fuerza de voluntad no mirarlo. Tengo miedo. Tengo miedo de que ésta vez sí me haya reconocido. Apreté el palo fuerte y no me moví. No se si fue suerte, pero pasó por mi lado y lo siguió derecho. Seguí limpiando lentamente, estoy mal de los nervios.

-Hey tú- Dijo detrás de mí. Me tensé nuevamente.

Miré por encima de mi hombro, al igual que algunos. Estaba mirando hacia el que nos avisó en el baño. Andre dejó de limpiar y lo miró expectante.

-¿Acaso te pareció gracioso lo que dije?- Cruzó los brazos.

Andre lo miró confundido. Frunció el ceño en forma de "¿De qué demonios habla éste tipo?". Colocó su paño dentro de su pequeño balde. Pude notar a lo lejos a Sander recostar el palo en la pared. Creo que está alerta.

Orfanato Siete HermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora