Capítulo ocho

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Dos motivos eran los que habían impulsado al cabo a dirigirse hacia el bosque de donde suponían que habían salido aquellos excéntricos. Uno de ellos era la necesidad de despistar a la policía militar. El otro era su deseo de averiguar algo acerca de lo que había sucedido unas horas antes con Eren.

Levi observaba a menudo las reacciones del joven, le preocupaba bastante su seguridad y era consciente de que a veces Hange sobrepasaba los límites de lo saludable con sus experimentos.
En más de una ocasión había discutido en privado con ella por eso.

El cabo había leído claramente un sentimiento en las facciones del castaño en el mismo momento en el que habían descubierto que se aproximaban los excéntricos: Culpa.

Levi era consciente de que estaba asumiendo un riesgo muy grande al dirigirse hacia el bosque con tan poca reserva de gas, realmente deseaba no tener que entablar combate, pero ignoraba qué podían encontrarse entre esos tupidos árboles.
Además, necesitaba convencerse de que Eren no había llamado a esos titanes con ninguna oscura intención. Necesitaba saberlo, ya que el joven estaba bajo su protección.

Y quizás también porque le había dolido verlo tan afectado.

Continuaron cabalgando hasta que dejaron atrás las paredes rocosas del barranco y la vegetación comenzó a ser más abundante y verde. Una columna de altos árboles custodiaba la entrada a ese misterioso bosque, donde los primeros rayos del sol apenas alcanzaban a traspasar las espesas ramas que lo cubrían.

Levi levantó el brazo para indicar a Nifa y a Moblit que redujeran el galope de las monturas y extremaran precauciones, ya que ninguno sabía lo que podrían encontrar unos metros más adelante.

Los tres esperaron a que sus ojos se acostumbraran de nuevo a la penumbra que los rodeaba, aunque se veía lo suficiente como para poder proseguir sin problemas. Además, los caballos se desenvolvían a la perfección aunque la luz escaseara.

No tardaron mucho en encontrar los vestigios de la estampida que habían protagonizado los excéntricos a los que habían derrotado unos minutos atrás. Un rastro de ramas astilladas, hojarasca removida y troncos de árboles parcialmente quebrados. Algunos de estos centenarios gigantes habían sido arrancados en su totalidad dificultando la marcha de los soldados en algunos tramos.

La ausencia de un sendero definido les obligaba a avanzar con cautela a baja velocidad, ya que los desniveles del terreno podrían llevar a los caballos a tropezar con facilidad o a deslizarse hacia una pronunciada pendiente que había comenzado a divisarse a su izquierda. Al parecer, ese bosque estaba situado a bastante altitud. Cuanto más avanzaban, más empinado se volvía el terreno.

Levi detuvo su montura y esperó a que sus dos acompañantes frenaran a ambos lados de su posición. Trató de agudizar el oído para ver si era capaz de escuchar algo que le indicara la presencia de enemigos, pero tan solo le llegó el sonido de las ramas de los árboles meciéndose al compás del viento.

Aunque el cabo confiaba plenamente en sus capacidades físicas, reconoció que había perdido algo de audición al utilizar en varias ocasiones la señal sonora para capturar titanes. No obstante, trataba de disimularlo lo mejor posible y no darle excesiva importancia.

El mero hecho de sobrevivir a tantas expediciones y continuar entero era más que suficiente.

Con una señal, indicó a Moblit que se encargara de atar las monturas a los árboles que hubieran quedado intactos.

A continuación, con un cabeceo indicó a Nifa que pasarían a utilizar los equipos de maniobras tridimensionales para sortear los árboles que quedaran por delante. El cabo sospechaba que estaban apunto de dar con algo, porque las condiciones del entorno y la ausencia de actividad humana favorecían a que aquella zona estuviera habitada por animales.

Ya'aburneeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora