No sabía que éramos, si éramos novios, amantes, o sólo dos ravioles perdidos buscando el relleno correcto, la llamé, me contestó con una voz suave, entre gemidos, me excité y le pregunté qué estaba haciendo, me dijo que se estaba frotando una feta de jamón sobre sus pechos, me erecté, le dije que en cinco minutos iba a estar ahí, y me dijo que llevara lentejas, al principio no entendí porque, pero el uso que le dimos hizo que produjeramos una sensación que ninguno de los dos había sentido antes.
Llegué a su casa y se oían ladridos, eso me puso mucho más, amaba a los perros como amaba a los ravioles, me estaba esperando, con su Omnitrix puesto, me dijo que con Cuatro Brazos podía darme el doble de codos, grité de excitación orgásmica mientras le daba las lentejas, ella las tiró a la olla, estaba preparando un guiso, me miró y se mordió el labio mientras se reía frenéticamente, me desnudé al igual que ella y empezamos a dejarlo todo, pero ella tenía un secreto preparado, agarró la olla y se tiró todo el guiso sobre ella, me vine, eso había superado mis límites de excitación.
Pero luego pasó algo inesperado, llegó el perro y comenzó a lamerle todo el guiso, me excité de nuevo, ella también, el perro comenzó a ladrar de forma sexual, no había descubierto esta faceta mía, pero con ella todo era posible, cómo mezclar ravioles de ricota con ravioles de verdura, comenzamos a frotar nuestros codos, ella tenía el doble de ellos, el doble de placer, el perro se metió, éramos un trío, éramos como Shaggy y Scooby Doo, le ofrecí mi Scooby Galleta y él la aceptó, creamos un lazo irrompible, lo amaba, como amo al guiso de lentejas.