¿MI PRIMERA CITA?

373 11 0
                                    


Y bien, como era de suponerse, el tiempo fue pasando y la noche llegó y el día siguiente también, la abuela Pam salió a las nueve de la mañana a hacer sus apuestas y yo me quedé escuchando música a todo volumen. A la abuela Pam no le gusta la música y casi siempre aprovecho cuando ella no está para escuchar y cantar. A diferencia de lo que ella piensa, la música es una de mis pasiones, y no es por alagarme ni nada de eso, pero creo tener buena voz.

Por fin llegó la hora, las 10:30, y Ricardo ya estaba afuera esperándome en su auto.

¡Ja! deben pensar en un 'auto', pero la verdad es que a esa basura no se le debería llamar auto, las llantas parecían que cada una giraba por su propia cuenta, la pintura ni se diga, estaba todo rayado y oxidado, y por la parte trasera el humo que salía era totalmente negro.

— ¿Lista? —preguntó Ricardo.

Bueno, ¿que más me queda? ¿no?, pensé.

— Sí —dije respirando profundamente.

Subí al auto y arrancamos, debo confesar que andar en ese 'auto' no era nada bonito ni cómodo. De vez en cuando Ricardo me miraba como diciéndome perdón por el auto, je je je. Yo le respondía la mirada tratando de decirle: "No queda más".

De pronto se acabó la carretera y el camino era de tierra, tenía muchos pozos y se sentía que la chatarra en la que estábamos, y se hacía llamar auto, necesitaba unos nuevos amortiguadores. Los bichos comenzaron a entrarse al auto y a rondar por nuestras cabezas; además de todo eso, el calor era infernal.

— ¿Falta mucho para llegar? —pregunté desesperada.

— No, tranquila, el lugar es muy lindo.

— Eso espero, porque si está lleno de bichos, te prometo Ricardo que no vuelvo a ...

Era lindo, realmente hermoso, un paraíso terrenal. Había una pequeña laguna y todo el conjunto de árboles y piedras era simplemente muy acogedor.

Sin darme cuenta, Ricardo se bajó del auto y justo cuando yo bajé de él nos encontramos cara a cara, demasiado cerca diría yo.

— ¡Madame! —me dijo y me regaló unas margaritas recién arrancadas de aquel lugar.

Debo confesar que había algo que me empujaba hacia él, pero al mismo tiempo había otra fuerza que me alejaba, me sentí como una tonta, ¡no sabía qué hacer!

— ¡Oh Ricardo!, no seas tonto —le dije sin saber qué más decirle.

— Tonto soy por el amor, pero no hay sentimiento más lindo y puro que este.

— Eh, bueno... hagamos el pícnic —la verdad es que no sabía qué hacer y lo que dijo Ricardo en realidad era muy lindo, pero me estaba confundiendo mucho más que la vez que intenté leer a Confucio.

Ricardo sacó sus parlantes y los conectó con el Bluetooth de su celular, luego tomó una canasta con comida, una sábana y muchas otras cosas necesarias, como cuchillos y servilletas, yo le ofrecí mi ayuda, en verdad estaba muy cargado, pero él no quiso. Me dijo que no quería que yo hiciese ningún trabajo, quería que todo fuera una sorpresa para mí.

Comimos, reímos, cantamos, nos metimos al río, nos besamos.., ¿¡QUÉ!?, no podía creerlo, Ricardo y yo nos habíamos besado, no fue muy largo, pero es el hecho lo que importa... nos besamos.

— ¡Ay!, discúlpame —le dije cuando me di cuenta de lo que habíamos hecho.

— No, no, no, está bien —él intentó besarme otra vez

— No, no, está bien, con una vez basta, es decir, por Dios ¡somos amigos!

— Lo siento Eufi, discúlpame.

Ahora sí que me sentía muy mal, ya no sabía qué era lo que quería, creo que necesito una sesión intensiva con Freud para que me ayude a entenderme. Salí del agua y fui a sentarme.

— Lo siento, realmente no debí...—dijo Ricardo

— No te preocupes, ya, ya fue.

— Quiero invitarte al concierto de Los Tremendos, tengo entradas —me dijo.

— Gracias, pero no conozco sus...

— Tomá, andá memorizándotelas ¿querés ir, no? —me regaló un CD de ellos.

— Bueno ¿por qué no?

El resto de la tarde la pasamos bien y sin nada de besos, que es lo más importante. Alzamos las cosas y nos volvimos a la ciudad.

— Bien señorita, servida, ya estamos en su casa —me dijo cuando llegamos.

— Muchas gracias Ricardo, la pasé muy lindo contigo.

Ricardo me estaba mirando como si esperara algo, ¡ay! ¡por Dios! yo quería besarlo, besa muy bien. A decir verdad no tengo con quien comparar, pues aquel beso había sido mi primer beso en los labios que yo había tenido y me encantó, pero ¡no!, él es mi amigo, así que le di un beso en la mejilla y el quedó feliz, o al menos así parecía.

Entré a la casa, y ahí estaba la abuela Pam.

— Hola querida, ¿qué tal te fue? —ella me estaba hablando en ese tono de picardía.

— Bien —no quería decir muchas cosas porque ella se iba a dar cuenta de que me gusta o, peor aún, que nos besamos. ¡Oh por Dios! ¿¡ME GUSTA!?

— Eufi, a ver a ver ¿cómo es eso?, quiero detalles, ¡Eufi!

Un nudo se quedó en mi garganta, yo no podía mentirle a mi abuela, era como si ella me leyera el pensamiento.

— ¿Detalles? —le dije con miedo.

— Sí, quiero saber todo.

— ¿Todo? —tragué el nudo que tenía en la garganta y comencé a decírselo muy rápidamente para que cuando llegue la parte del beso no le dé mucha importancia.— Bueno, pasó a buscarme en su auto cacharro, que necesita un buen chaperío y nuevos amortiguadores, me llevó a un lugar divino, divino, lleno de margaritas y árboles, bueno ahí comimos, reímos, charlamos, besamos, nadamos y me invitó a ir a un concierto, fin. Eso fue lo que pasó.

La abuela Pam, que tardó un poco en deducir el trabalenguas que dije, luego me dijo — ¿BESAMOS?

Me sonrojé, fue inevitable.

— Sí —le dije, y me puse supercolorada, y la abuela Pam comenzó a reírse.

— Y que tal besa —dijo riéndose

— ¿Te estás haciendo la burla de mí?

— Oh, no, querida, es solo que me lo presentía —me dijo en tono de risa— ¿y qué tal fue?

— Bien creo. Es decir, no tengo nada con qué compararlo —le dije mientras fui a poner el CD al minicomponente, y comenzó a sonar.

— ¿Qué es eso?

— Un CD que me dio Ricardo, son los...

La abuela Pam estaba furiosa, quitó el CD, lo rompió y dijo —esas cosas no son buenas ni para tí ni para nadie.

— Abuela, pero es solo música ¿Qué tiene de malo?

— ¿Qué? ¿Qué tiene de malo? Muchas cosas, no quiero que volvás a escuchar eso, ¿entendido? ¡Nunca!

— Pero abuela, no entiendo ¿por qué no puedo escuchar música?

— Es una pérdida de tiempo, ahora solo vete a dormir.

— Per...

— Nada de peros, a tu cuarto y fin de la discusión.

¿Qué le pasaba?¿cuál era su problema?, reaccionó de una manera muy rara solo por una canción, realmente no la entendía. ¿Ahora qué le iba a decir a Ricardo de su CD?

Eufi, el secreto mejor guardadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora