HISTORIA ESCONDIDA

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Me fui a bañar, y cuando salí parecía que la abuela Pam ya se había tranquilizado.

— Querida, traeme una linterna y un destornillador del cuarto de herramientas —estaba arreglando la tostadora, de mala gana lo hice, aún estaba molesta por su reacción.

Fui al depósito a buscar la linterna y el destornillador, la linterna estaba en un estante arriba, cuando la saqué se cayó una caja llena de papeles, cartas. Cartas que iban dirigidas a 'Querida hija', cartas que supongo eran para mí, porque de la abuela hacía muchos años que sus padres habían fallecido y no había nadie más que la pudiera llamar así, y ella no quiere ni nombrar a su propia hija. No me cabía la menor duda, esas cartas eran para mí, cartas que nunca había escuchado que me hubieran llegado, abrí una que decía.

Querida hija

Cada día que pasa es un infierno sin ti y más difícil sobrevivir sin escucharte decir ni una sola palabra, sin saber tus gustos y disgustos, sin saber quien sos. No pasa un solo día en que no nos sintamos culpables por todo esto, por lo que estamos pasando.

La forma en la que sucedieron las cosas, quizás pudimos haberlas evitado. Sin duda, gran parte de esta pesadilla es nuestra culpa, nunca debimos dejarte, pero eras muy pequeña para hacer este viaje con nosotros.

No nos cansaremos de escribirte pidiendo tu perdón. Debes saber que estamos luchando con todas nuestras fuerzas para que estemos juntos nuevamente.

Si necesitas hablar, llámanos al 553—487291, nos encantaría oír tu voz, no importa la hora, te amamos, y algún día venceremos la razón por la que estamos atrapados y estaremos a tu lado.

Con amor

Mamá & Papá

Terminé de leer la carta y mis ojos estaban cubiertos de lágrimas, no sabía si eran de felicidad, supongo que era por eso, al menos ya sabía que sí se preocupaban por mí.

— Eufi, me estoy secando de tanto esperarte.

Dejé la caja con las cartas tirada en el suelo y salí con la carta que había leído en la mano.

Me sequé las lágrimas y me dirigí hacia donde estaba mi abuela para exigirle una explicación.

Ella seguía concentrada con su tostadora y ni se percató de lo que llevaba.

— Pásame el destornillador, creo que ya encontré el problema.

— ¿Qué es esto abuela? ¿qué significa todo eso?

En ese momento la abuela Pam levantó la vista, se debió asombrar del timbre de mi voz.

Yo me quedé donde estaba, con el corazón lleno de furia y la carta en la mano.

Antes de que la abuela Pam pudiera decir palabra alguna, cayó desplomada en el suelo, como un saco de papas.

— Abuela, ¿abuela? ¿estás bien? Abuela, despierta, no, por favor.

En ese mismo momento llamé al hospital para pedir una ambulancia.

Tomé el pulso a mi abuela, pero no podía encontrarlo, quizás lo estaba haciendo mal, esperaba con todas mis fuerzas que sea eso. Ella era todo para mí. Esto no podía estar sucediendo.

Me recosté a su lado, realmente no sabía qué más hacer, no sé nada de primeros auxilios y, aunque sé que mi abuela tomaba algunos medicamentos, no sé cómo tratarla en este momento.

En menos de 10 minutos llegó la ambulancia, para mí se sintió como toda una eternidad. Lo siguiente lo sentía como si pasara en cámara lenta. Cargaron a mi abuela en la ambulancia, y yo más entré ahí, los paramédicos le colocaron algunos cables y una mascarilla de oxígeno. Yo no podía hablar, miraba a mi abuela, tan indefensa sobre esa camilla, y mis ojos se llenaban de lágrimas.

Eufi, el secreto mejor guardadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora