capítulo uno.

476 113 40
                                    

01 | decirte



—¿puedo jugar con ustedes?— un pequeño niño de cabellos rizados y ojos achinados movía con nerviosismo sus manos y piernas, los niños le miraron con una ceja alzada, un niño que tenía la piel pálida con cabello rojizo le miró con superioridad lo cual provocaba que aquel niño de ojos achinados y dientes perfectos bajará la cabeza de inmediatamente. —¿por favor?

—no— le contesta el mismo chico de cabellera rojiza mientras que todos sus demás amigos se dan media vuelta y se marchan.


la mudanza no le había gustado demasiado a joshua pues casi todos los niños le decían que no podía jugar o simplemente lo ignoraban; comenzaba a sentirse demasiado solo con sus apenas cinco años de edad.


—que groseros son todos aquí— exclama para sí mismo para después cruzarse de brazos y formar un pequeño puchero en sus delgados labios.


rendido, comienza a caminar por el parque donde varios niños y niñas de su misma edad se marchan cuando ven la puesta del sol. el pequeño josh alza un poco su mirada provocando que esta mire un pequeño juego de metal que tiene forma de hexágono con huecos en forma de rectángulos para que puedan escalarlo.

y no lo piensa dos veces, comienza a escalar. sosteniéndose con fuerza por cada uno de esos barrotes de metal hasta que llega al punto más alto, una sonrisa inunda su rostro.


miro hacia abajo un momento, viendo aquella distancia que lo separaba del suelo. se sentía que podía volar, y ese sentimiento aumento cuando alzó la mirada notando aquellas pequeñas nubes que parecían tornarse naranja, aquel calor que en manaba el sol que golpeaba de manera delicada su rostro... como si apenas lo tocara por una milésima de segundo, respiró demasiado hondo llenando sus pulmones de aire para después soltarlo y sentir que era libre, que era aquellas aves que partían de un lugar en busca de un hogar, de un perfecto hogar.

y sonrío finalmente demostrando aquella felicidad, y déjenme decirles algo. joshua se sentía libre... y como dicen; una alma libre es rara, pero la puedes reconocer fácilmente porque te sientes muy bien cuando estás cerca de ella. y estando cerca de aquel pequeño niño de piel pálida y delicada, te puedo jurar que podrías sentirte demasiado bien.


pero déjame decirte algo: si crees que eres libre es porque no has volado tan alto como para chocar contra las rejas.

1-800-273-8255Donde viven las historias. Descúbrelo ahora