Ejemplos de cómo escribir escenas de acción

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En esta entrada vamos a ver seis ejemplos extraídos de libros y autores muy distintos entre sí, para poder analizar cómo resolvieron ellos sus escenas de acción. A ver qué os parecen:

Fragmento de “Harry Potter y la Orden del Fénix”, de J.K.Rowling

Bellatrix levantó la varita y exclamó:

—¡Crucio!

Neville soltó un aullido y encogió las piernas hacia el pecho, de modo que el mortífago que lo sujetaba tuvo que mantenerlo en el aire unos instantes. Luego el hombre soltó a Neville, que cayó al suelo mientras se retorcía y chillaba de dolor.

—¡Eso no ha sido más que un aperitivo! —exclamó Bellatrix al tiempo que levantaba de nuevo la varita. Neville dejó de chillar y se quedó tumbado a sus pies, sollozando. La mortífaga se dio la vuelta y miró a Harry—. Y ahora, Potter, danos la profecía o tendrás que contemplar la lenta muerte de tu amiguito.

Esta vez Harry no tuvo que pensar: no le quedaba alternativa. Estiró el brazo y les tendió la profecía, que se había calentado con el calor de sus manos. Lucius Malfoy se adelantó para cogerla.

Pero entonces, de repente, en la parte más elevada de la sala se abrieron dos puertas y cinco personas entraron corriendo en la sala: Sirius, Lupin, Moody, Tonks y Kingsley.

Malfoy se volvió y levantó la varita, pero Tonks ya le había lanzado un hechizo aturdidor. Harry no esperó a ver si había dado en el blanco, sino que saltó de la tarima y se apartó con rapidez. Los mortífagos estaban completamente distraídos con la aparición de los miembros de la Orden, que los acribillaban a hechizos desde arriba mientras descendían por las gradas hacia el foso. Entre cuerpos que corrían y destellos luminosos, Harry vio que Neville se arrastraba por el suelo, así que esquivó otro haz de luz roja y se tiró a tierra para llegar hasta donde estaba su amigo.

Fragmento de “El zorro”, de Isabel Allende

Tres veces pudieron recargar los mosquetes antes de que el jefe Lobo Gris, seguido por sus más valientes guerreros, lograra trepar la barricada e invadir la nave, donde fue recibido por los españoles. En el caos de la batalla el capitán Alejandro de la Vega nunca perdió de vista al jefe indio, y tan pronto logró liberarse de los enemigos que lo rodeaban, le saltó encima, enfrentándolo con un rugido de fiera, sable en mano. Dejó caer el acero con todas sus fuerzas, pero dio en el vacío, porque el instinto del jefe Lobo Gris le advirtió del peligro un segundo antes y alcanzó a hurtar el cuerpo, echándose hacia un lado. El brutal impulso empleado en la estocada desequilibró al capitán, quien se fue hacia delante, tropezó, cayó de rodillas y su espada se golpeó contra el suelo, y se partió por la mitad. Con un grito de triunfo, el indio levantó la lanza para traspasar al español de lado a lado, pero no alcanzó a completar el gesto porque un culatazo en la nuca lo tiró de boca y lo dejó inmóvil.

Fragmento de “El retorno del rey”, de J.R.R.Tolkien

De pronto, la bestia horripilante batió las alas, levantando un viento hediondo. Subió en el aire, y luego se precipitó sobre Eowyn, atacándola con el pico y las garras abiertas.

Tampoco ahora se inmutó Eowyn: doncella de Rohan, descendiente de reyes, flexible como un junco pero templada como el acero, hermosa pero terrible. Descargó un golpe rápido, hábil y mortal. Y cuando la espada cortó el cuello extendido, la cabeza cayó como una piedra, y la mole del cuerpo se desplomó con las alas abiertas. Eowyn dio un salto atrás. Pero ya la sombra se había desvanecido. Un resplandor la envolvió y los cabellos le brillaron a la luz del sol naciente.

Fragmento de “Los tres mosqueteros”, de Alexandre Dumas

Acababa de terminar cuando D’Artagnan le alargó una furiosa estocada que, de no haber dado con presteza un salto hacia atrás, es probable que hubiera bromeado por última vez. El desconocido vio entonces que la cosa pasaba de broma, sacó su espada, saludó a su adversario y se puso gravemente en guardia. Pero en el mismo momento, sus dos oyentes, acompañados del hostelero, cayeron sobre D’Artagnan a bastonazos, patadas y empellones. Lo cual fue una diversión tan rápida y tan completa en el ataque, que el adversario de D’Artagnan, mientras éste se volvía para hacer frente a aquella lluvia de golpes, envainaba con la misma precisión, y, de actor que había dejado de ser, se volvía de nuevo espectador del combate, papel que cumplió con su impasibilidad de siempre, mascullando sin embargo:

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