Hay muchos modos de sobrevivir a una resaca.
La mía ha sido un auténtico despropósito, hasta el punto de creer quetenía hepatitis Z, o la que sea que es la peor de todas las que hay.
Hoy domingo, después de veinticuatro horas y varios gelocatiles, yapuedo hablar como una persona normal, no solo con: «Ajá... Mmm... No.Déjame». Ese es el vocabulario posborrachera más usado por todos. Sinolvidarnos de «¡Apaga la luz, me cago en Dios!».
Por supuesto, estuve todo el sábado en la cama, incapaz de hacer otracosa que no fuera estar tirada en el sofá con mi madre, mi hermana y misobrino, viendo las tres partes de Transformers. Obviamente, no pude verni la primera.
He pasado por todas las fases resacosas, y después de ducharme por lamañana y desayunar churros con chocolate que ha traído mi adorablemadre, ya me siento en disposición de analizar lo que pasó la noche de laborrachera.
Estoy ligeramente confundida y tengo lagunas. No sé qué pasó en elcuarto oscuro. ¿Hubo realmente un cuarto oscuro? Solo recuerdo a un tíoque cuidaba de mí y que tenía el pelo largo y una cicatriz en la ceja...Aunque pude haberlo soñado.
—No lo soñaste. Hubo un cuarto oscuro —me repite mi hermana, quelleva esas zapatillas de castor que hacen que me cuestione si realmentealguna vez ha sido una niña inocente y no la golfa que hoy es.
Solo sé que un hombre me ocultó de las manos de los demás, y que olíamuy bien.¿Cómo se llamaba? ¿Gargamel? ¿Gabriel? Eso me frustra. Me da rabiano acordarme de él. No voy a beber nunca más. Seguro que habréquemado más neuronas de lo que está legalmente permitido.
Y no me lo puedo permitir.
—Ni Eli ni yo vimos cómo te subían al cuarto oscuro. Ni tampococómo te secuestraban —se defiende Carla, que está mojando un churro enel chocolate. Eso es lo que a ella le va. Mojar churros—. No vimos nada,hasta que saliste en la pantalla de plasma.
—¿Qué? —Levanto la mirada de mi taza—. ¿De qué pantalla hablas?
—Sí, mujer. Había una pantalla enorme en la pared. Ahí salía la imagende la gente que estaba en el cuarto oscuro. Solo lo ponían unos segundosal entrar y después unos segundos al salir.
—¿Qué es un cuarto oscuro, mamá? —pregunta mi avispado sobrino.
—Un cuarto sin luz, cielo —responde Carla para salir del paso.
—¿Me lo dices en serio? —¿Había cámaras grabando?—. ¿Eso estápermitido?
—Solo vimos el final. Eli y yo alzamos la vista y te vimos allí, con lasmanos pegadas al cristal y una venda en los ojos, como si rezaras a todaslas divinidades a la vez. —Sonríe y niega con la cabeza—. Era como verlas secuencias nocturnas de las habitaciones de Gran Hermano, cuandohacen enredoning.
—Edredoning.
—Eso. Estabas muy graciosa.
—¿Y no viste al tipo que estaba conmigo?
—No. ¿Al misterioso hetero?
—A ese. —Eso también lo recuerdo. Era hetero.
—Ya te digo que llegamos justo a tiempo de localizarte antes de queempezaras a salpicar a todo ser vivo como la niña del Exorcista. —Inclinala cabeza a un lado y sus ojos verdes se tornan lascivos—. Pero ojalá lohubiera visto, porque parece que es un buen remedio para que olvides aDavid. Ya sabes lo de que un clavo...
—Ya sé. —Miro de reojo a mi sobri, inmerso en su mundo Pokémon.
—La tita evolucionó a Hack —suelta el niño—. El pokémon que vomitalíquido verde.
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EL DIVÁN DE BECCA
Novela JuvenilEsta es la historia de amor entre Becca, una psicóloga mediática que sigue métodos poco ortodoxos, y Axel, su guapísimo pero inescrutable cámara. Mientras sus destinos se encuentran y separan, un peligro se cierne sobre Becca, y Axel será el único c...