Buenos días.

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Sonó la alarma y te anclaste a mi cadera, te hiciste una camisa de fuerza donde me tenías atrapada.

Me llenabas de amor.

Tu pelo rozaba mi brazo y el amor rozaba mi corazón. La brisa se sintonizaba con nuestra respiración y un colibrí se posaba en la ventana a descansar.

Las sábanas nos soltaban y tú te apretabas más a mi. Ya sentía tu corazón en el mío y viceversa.
Y esa sensación era melancólica.

Tu corazón dentro del mío empezaba a recordarme lo que era vivir y lo que era ser feliz.

Sonó la alarma y ahora yo deseaba 5 minutos más, o estar siempre loca para que tú fueras siempre mi camisa de fuerza.

El colibrí alzó sus alas y la brisa se destendía de nuestra presencia y en ese momento amar era la única palabra del diccionario.

Sonó la alarma y ya tocaba dejarnos escapar, mientras que ese hilo invisible nos unía un poco más esa mañana. Te veo, te beso... Buenos días.

G. Jiménez

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