T R E I N T A Y S E I S

34 5 2
                                    

Luna:

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luna:

Como le dije a Leonel me fui ese sábado por la mañana, aunque no contaba con que nos quedaríamos todas las vacaciones con mi abuelo, no es porque no quiera a mi abuelo, siempre lo estoy extrañando, pero no soporto pasar más de una semana con él porque su único tema de conversación es el derecho romano, siempre que paso más tiempo con él deseo regresar en el tiempo y quemar Roma por sus tontas leyes.

A penas regresamos a mi hogar salgo corriendo directamente a casa de Leo, ya quiero verlo, lo extrañe muchísimo.

—¡Oye! —grita mi papá— Quiero que regreses a las siete o habrá problemas, jovencita.

Mi papá debería saber que no le temo a sus castigos y no me importaría que me castiguen, ya tuve suficiente castigo no viendo a Leonel un mes entero, en este momento Leonel es lo único que me importa.

O eso creía.

Un escalofrío me recorre la espalda, ese instinto de peligro se hace presente y me obliga a parar.

Reviso la ciudad lo más rápido que puedo y no me gusta para nada lo que estoy viendo.

Tengo que obligarme a regresar, me muero por ver a Leo, lo amo con todo mi corazón, pero esto requiere mi atención inmediata. No logro entender como salieron del bosque, no deberían ser capaces de hacerlo, a menos que ya estuvieran afuera, no fui lo suficiente cautelosa cuando puse las barreras.

Regreso para buscar mis patines y llegar lo antes posible, necesito actuar rápido o expongo a cientos de personas. Revuelvo el ático sin ningún éxito, por más cajas que reviso no los encuentro, estoy perdiendo mucho tiempo.

—¿En dónde están mis patines? —digo desesperada.

—¿Qué estás buscando ahí arriba, Luna? —Me giro para ver a mi mamá.

Es perfecto, una madre siempre encuentra lo perdido.

—Mis patines, ¿los has visto?

Empujo la caja que revisaba y tomo otra, los necesito de verdad.

—Fuiste a patinar hace poco, Luna, fue con Leonel si no me equivoco.

—No busco los de hielo, busco los otros.

Mi mamá achica los ojos y se cruza de brazos.

—Si sabes que los empacamos juntos, ¿no?

Dejo las cajas a un lado y salgo corriendo a mi habitación, abro mi armario, bajo la caja donde guardo mis patines de hielo y, en efecto, aquí están mis patines. No tardo nada en ponerme mis patines y vuelvo a bajar como alma en pena, ahora sí estoy lista para ir a ese lugar.

—¿A dónde vas, Luna Soon? —dice mi papá saliendo de la cocina.

—Voy a la tienda de antigüedades, no me tardaré nada.

Ángelus: La NefilimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora