Cadenas de amor

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Capítulo 2 Cadenas de amor.

Al crecer, normalmente te cuentan la historia del príncipe azul que se enamora de una princesa, pero la realidad es muy distinta cuando uno mismo es un príncipe en busca de otro príncipe y lo más malo de ello es que las cosas son duras cuando descubres que no puedes contar con que el amor llegue a ti pues puede ser un engaño de los sentidos. Eso pensé casi toda mi vida, sin embargo a mis veinticinco años, siendo ya un investigador de la universidad de Nagoya, dirigiendo un laboratorio, por casualidad, esa fría noche me encontré con un chico en la calle recargado sobre un árbol en el suelo. Llevaba una pesada mochila y vestía ropa que demostraba su estatus, un jovencito que escapó de su hogar, seguramente por alguna causa similar a la mía. Y simplemente así, mi corazón latió e una forma extraña, algo que jamás sentí en toda mi vida, ese par de ojos miel que brillaban con la luna en plateado como su cabellera rubia y larga. Parecía ser tan joven que me atemorizó sentir aquello. No quería dejarlo ahí en la calle llorando, tenía que explicarle que era mejor volver a casa y sólo escucharía si ponía de mi parte. Por esa razón lo invité a cenar y sin notarlo él confió en mi como para venir a casa.

Me sentí feliz de poder ayudarlo, y al llegar pensé que sería como cualquier otro chiquillo que vería el televisor, a pesar de ello se levantó a mirarme cocinar, gracias a eso pude escuchar su voz nuevamente, tan firme como su rostro serio que no iba con su corta edad que afortunadamente era dieciocho. Pero la cosa más asombrosa que pude ver en toda mi vida, ocurrió frente a mis ojos, la alquimia era real. Tan real que había traído de la muerte a mi rosal. Fue ahí que me sentí profundamente encantado con ese joven tan inquieto, que decidió enseñarme lo que sabía y que le enseñara yo mi ciencia.

A causa de que él pertenecía a un mundo distinto, tuve que pedirle a Hiroto que falsificara su certificado de bachillerato, con tal de hacerlo mi asistente en la universidad. Aunque no dudé un segundo que él pudiera adquirir fácilmente los conocimientos que le hacían falta, pues al leer uno de mis libros parecía tan ávido de aprender. Más tarde le ofrecí mi casa para que permaneciera hasta que quisiera volver a la suya y no pude evitar preguntarme sobre aquello que lo habría hecho escapar de su familia a un mundo desconocido.

Demasiado confiado, me preocupó qué sería de él, si algún tipo sucio se hubiera aprovechado de su inocencia, ya que quedarse con un desconocido, implicaba que pudiera ocurrirle algo. Me alegró mucho más saber que conmigo estaría completamente a salvo pues yo cuidaría que nadie se atreviera a lastimarlo.

El siguiente día, conocí tantas cosas sobre su persona y resultó ser tan interesante, más listo que cualquiera que yo conociera. Tan joven y hermoso, su cabello, su figura, algo que evadí, a razón de que jamás me atrevería a profanar su virtud. Alguien como él que rebosaba en perfección, no debería ser mancillado por un sucio tipo como yo, alguien que había estado con muchos otros.

Cuando tenía su edad, solía jugar por ahí con aventuras de una noche, que me dejaron un vacío tremendo, que detuve finalmente al olvidarme de que yo poseía un cuerpo deseoso de placeres y que no tenía un corazón para compartir. Las sonrisas coquetas dejaron de importarme, porque si mi palpitar estaba marchito, no quería volver a probar el desamor de salir de una cama sin recibir ese afecto tan encantador que podía dibujarse como corazones rosados en las novelas.

Por la noche, mi fascinación con el pequeño sempai creció cuando noté su sonrojo por sólo ayudarlo a picar las verduras, y gracias a una cortada que él me hizo al asustarse de mi gesto, pude hacerlo cooperar en el aseo. Y mucho más tarde, cuando la luna en lo alto alumbraba, me aterrorizó que usara magia conmigo, aunque confié tal como él lo hizo conmigo y mi dedo quedó completamente curado.

Cómeme a besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora