Capitulo 5 - Sin palabras.

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Sus amigas me odiaban, ella también y yo sólo sabia estar solo y llorar. Mientras en mi instituto iba sacando notas más o menos, y tratando de pasar las cosas y los días como podía, mientras mi mente solo hacia que centrarse en que lo perdía todo por mi culpa.

Uno de los pensamientos que tengo siempre aún ahora es: dejalo Samu, olvidate, eres una carga, un peso innecesario, eres un inútil, no sabes hacer nada, si está contigo va a malgastar su vida, no lo permitas, por lo menos que sea feliz porque contigo no le espera más que desgracia, pena; y eso justo hacía y hago.

Me alejé y lloré, me deprimi más y me quedé solo, con mis cosas y mi vida asquerosa. Pasaron unos meses y la chica de la aldea me habló, yo no sabía que hacer, pero la vi mal, y no sé como salió el yo interior real, el que sé que soy sin miedos no complejos, y me lancé a ayudarla como fuera. Sus amigas me seguían criticando, insultando y llamando de todo, ellas y mis compañeros de clase, pero me lancé a ayudarla, y descubrí una persona increíble, que me enamoró, sinceramente me robó todo y mostró el Samuel interior que ayuda como sea y como fuera apartando sus complejos y miedos pero sin perderlos. Ayudé cuanto pude, haciendo lo que podía, como fuera, hablando con ella para que se mejorase, haciendo lo imposible porque ella estuviera bien aunque yo no. Pero a medida que hacia eso me enamoraba, más y más, veía esa persona enorme, espléndida, esa chica que era la que siempre había deseado, esa chica increíble y genial que me robaba cada pensamiento, cada aliento, y cada suspiro para centrarme en ella.
Y así fue como todo avanzó, yo pasé de milagro a cuarto de la ESO, gracias a mucha suerte y a que por lo menos ayudándola tenía fuerzas para estudiar, fuerzas para hacer algo con mi vida, pero los miedos seguían ahí y cada vez que una amiga suya o alguien de mi entorno estaba con una critica o algo así me hundía de nuevo. Pero lo superaba con ella. Mi vinculo por mi parte era ya enorme, pero seguía tratando de vez en cuando de ser algo asustadizo y me alejaba por miedo. Pero hubo un día que se me ocurrió llamar por teléfono, y ahí escuché de nuevo su preciosa voz, su risa, y su forma de respirar, y sinceramente, me sentí el chico más afortunado del mundo. Lo que sucedió lo contaré en el siguiente capítulo.

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