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Steven Rogers:

Pronunció, en alguna de nuestras tertulias matutinas, que las realidades sólo afloran de fantasías. Acepté entonces a escuchar la explicación que un desvarío tenía detrás y usted, aún angustiado y presuroso por servir el té, tomó asiento frente a mí luego de un acorazado silencio. Su mirada fue un destello de devoción en el momento exacto en que las palabras devoraron la acallada sonata nuestra. Dijo haberme descubierto en una pasada ensoñación; cada roce, cada voraz ósculo ladrón de almas, gusto inmenso en bocas sedientasconcebido, cada respiración marchita había sido una mera desgracia de la irrealidad. Yo no debía ser más que la imagen plasmada bajo las tinieblas de sus párpados. Mi esplendoroso estallido, arrebato de furia defensora, no pudo haber sido inesperado a sus ojos. Negué toda prueba insensata, recibiendo a cambio su decepción. Su mansa espera por una retomada serenidad. ¿Cómo habría de arrancar la sed de mis impulsos cuando había sido acusado de farsante?, ¡qué descarada traición de un amante!

   Incluso movido yo por los instintos más violentos, usted, Capitán, supo mantener el impasible porte de su postura, instándome a guardar la calma pacientemente, acaso expresando algo contradictorio la tensión de su mandíbula. El calor de sus dedos contra mis pómulos todavía incendia mis sentidos hasta las entrañas, la disculpa danzando en mis labios perdura con su amargo sabor a muerte. Me gustaría tanto que fuese usted un delirio añejo, que aquel nosotros proviniese de la mejor de las pesadillas. Lo que aflora de lo inmaterial muere prontamente.

   Tal vez así no tendría que rezar su nombre en la oscuridad.


TS.

Epistula ↠ StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora