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A través del vacío espectral, nítido que se extendía frente a su imprecisa visión, la inenarrable nada que prevalecía tan increíble, maravillosamente inmovilizada como acrecentada, principió un dichoso vaivén lacónico con sus azulinas orbes, extraviándose en la vastedad brindada por el exterior intangible, ejecutando una marcha firme y continúa por la tersura de tonalidad verdosa que bañaba el infinito, inmortal horizonte que existía ante él.

   La calígine propia entre sus orbes, aquellos cerúleos que presenciaban las profundidades permitidas a simple vistazo, no fue suficientemente apta para volatilizarse en el instante mismo en que un calmoso sonido hueco contra la madera oscura que concedía la entrada a la pieza habitada se presentó, irrumpiendo la mudez sutilmente conservada, dejando en su tardía desaparición una huella memorial, notable junto a la coloración escarlata que abordaba el alrededor de sus ojos como un efecto ineludible de un momento de desconsuelo, amargo, lacerante.

   —Hey, Steve. —El susodicho percibió las palabras del ajeno como un fragor ciertamente resonante, escapando con él de su entero desconcierto, desviando la finura de sus facciones de la mirada que se hallaba en busca de una señal de movimiento por su parte, evitando instantáneamente el irremediable encuentro visual—. Debería irme, ¿no es así?, comprenderé si se trata de un terrible momento para una charla... —prosiguió más tarde la nueva persona en la habitación, percatándose ágilmente de los previos acontecimientos que las sólidas paredes resguardarían, decidiendo permanecer con su mano sujetando el borde de la puerta en la espera de una contestación afirmativa.

   —Todo está en orden, sólo ha sido una ligera inestabilidad, ninguna sorpresa. —Rogers bisbiseó en un débil modo de respuesta a su compañero, creando un amago de sonrisa con sus labios bermellón en el intento de exponer júbilo con amplitud para aparentar su paz, consiguiendo el adorno efímero de una mueca inexplicable. El hombre de hebras auríferas exhaló tortuosamente frente a su estado emocional, retomando una inexpresividad impropia de sí por la ocasión—. Puedes entrar, no tengo problema con tal cosa.

   Tras una leve pausa y un análisis a la situación, Barnes se adentró al lugar con demora, examinando curiosamente la silenciosa escena y decayendo en la compleja confusión por gran parte de lo ya observado.

   —Romanoff me informó detalladamente sobre esto, aunque, sinceramente, no fui capaz de imaginarlo tan caótico como ahora lo presencio.

   Steve no logró reprimir una risa, casi exigua de un volumen fuerte, aislando su percepción visual de forma pasajera con sus párpados cerrados, sacudiendo a marcha pausada su cabeza en señal de negación. Tal frase le causó inimitable gracia, pues sabía con exactitud acerca del gusto de James hacia la mujer de cabellos llameantes e imaginar la felicidad existente en la charla compartida con ella no era un acto de complejidad. Alegría creada inesperadamente en conjunto... Algo que lucía tan lejano, algo perdido.

   —Si me es permitido decirlo —continuó mencionando Buck, luego de meditar las futuras palabras en un tris perecedero—, pienso que quizá deberías hacer una última visita. Un encuentro final puede remediarlo.

«O desolarlo aun más».

Epistula ↠ StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora