El chico misterioso aún desconfiaba del joven que recién conoció. Pero aún así, fue cortés y le correspondió el gesto. Al ver que Dylan esperaba una presentación de su parte, procedió a ello sin esperar a que él le preguntara su nombre.
—Soy Johann —comentó él algo cortante. No esperaba continuar mucho tiempo a su lado, estaba buscando cualquier excusa para alejarse del chico raro que acababa de conocer.
—¿Qué es este lugar? —Se atrevió a preguntar.
—No lo sé.
—¿A dónde te dirigías?
—No lo sé —repitió con el mismo tono que tuvo anteriormente.
Johann comenzó a caminar sin esperar a Dylan, pero eso le importo poco a él, ya que le imitó, siguiéndole. Y así iban ambos, caminando en ese puente que parecía infinito.
Después de caminar un rato, Dylan se percató de que no salían de aquel montón de árboles y comenzó a desesperase, otra vez.
«Árboles, árboles y más árboles. Ya me harté de esto. Ahora ni siquiera se ve el cielo», se quejó en sus pensamientos.
Mientras tanto, sin previo aviso alguno, el pelirrojo corrió hacia la orilla del puente y el otro joven pudo ver que Johann daba arcadas y se dio cuenta de que estaba vomitando.
Dylan estaba confundido y sorprendido, mas corrió a auxiliarle, y fue ahí donde se percató de la tremenda distancia entre la tierra y el puente, lo cual le provocó vértigo y se alejó de la orilla, llevando al Johann consigo, este se limpió los labios con una manga de su traje negro, tratando de ocultar el rastro de aquel color carmesí que había expulsado de su organismo.
—¿Sangre? —preguntó aún más confundido—. ¿Eso fue sangre, Johann?
—No es nada —Johann esquivó el tema con un incómodo silencio.
Dylan pensó que mejor era no molestarle, aún portaba un arma posiblemente cargada y prefirió dejar de agobiarle. Empezó a debatirse internamente qué diantres ocurrió hace un momento. Teorías e hipótesis descabelladas brotaban de sus pensamientos, hasta que, como siempre, algo lo interrumpió de su concentración. Y esta vez fue el apretón que le dio Johann en su brazo, al tiempo que comenzo a tirar de él, emprendiendo carrera.
—¡Corre! —pronunció mientras se soltaba del agarre, un poco distanciados de donde antes caminaban—. ¡Vamos, sígueme —vociferó. En ese lugar del puente, este se dividía en dos caminos, y el de mechones rizados tomo el derecho.
El otro chico aún sin entender nada, corrió torpemente trás él. Una tarea no tan sencilla pues Johann era demasiado rápido. Dylan no sabía por qué o de qué huían.
El ojiverde se detuvo un momento y comenzó a trepar a un gran árbol que se encontraba en el camino.
—¡Sube! —Le dijo desde arriba y sin dudarlo el otro trepó como Johann lo había hecho unos instantes atrás.
Una vez arriba, con las respiraciones agitadas, el ritmo cardíaco a mil por hora y los nervios a flor de piel, Dylan le preguntó al otro chico:
—¿Qué demonios acaba de pasar?, ¿por qué nos escondemos? O debería decir... ¿de quién o de qué nos escondemos? —Rafagueó sin piedad las dudas que vagaban por su cabeza, pero el interrogado permaneció en silencio. Con el ceño algo fruncido y los labios apretados. Dylan, al ver que el chico frente a él no daba indicios de responder sus preguntas, habló.
—Johann. Dime que ocurre—le rogó—. Apenas te conocí, no sé en qué líos estás metido, pero sea lo que sea, yo no quiero estar metido en ellos.
—¿Y si no querías estar metido en ellos por qué me seguiste? —reclamó en voz baja, aún les perseguían.
—Porque no quería quedarme solo aquí y sin saber qué hacer —admitió
—. Al principio traté de averiguar dónde estaba y me sentía feliz de ser libre —tomó una bocanada de aire antes de continuar—, pero después sentí miedo, por estar en soledad, aunque no sea algo nuevo. Estaba perdido, entiéndeme. Tú llegaste como un pequeño destello de esperanza.
Dylan trató de ser sincero con él, esperaba que Johann hiciese lo mismo, pero no fue como pensó.
Esta vez en el rostro del chico, el sentimiento de la tristeza permanecía, o tal vez era lástima. Ni él mismo lo sabía con exactitud. Se acercó a Dylan, lo suficiente como para fundir sus cuerpos en un cálido y doloroso abrazo. Permanecieron así un rato, aunque el pelinegro aún no tenía ni la mínima idea de qué era lo que pasaba. Comenzó a perder la calma y la pasiencia.
—Johann.
En su tono de voz se podía apreciar el miedo y confusión que había tratado de ocultar durante todo el trayecto. Esos sentimientos que inundaban su ser, le quemaban e intentó zafarse del agarre de su acompañante pues ya llegaba a lastimarle.
—Lo siento —dijo, mientras un estrepitóso sonido abundó el lugar, apesar de la fuerza de este, no permaneció por mucho en el ambiente, solo un instante—. En serio lo siento, iré pronto. —Un líquido carmesí recorría el brazo derecho del joven Parkins, trás el impacto entre su piel, sus músculos y sus arterias, con la bala expulsada con una fuerza tremenda del arma que Johann portaba.
—Johann —repitió por último, en un pequeño hilo de voz, mientras sentía una leve fuerza aplicada de los brazos de Johann a sus hombros, con el fin de tirarlo del árbol.
Dylan no puso resistencia alguna, solo cerró los ojos, con el punzante dolor torturandole tanto en su costado, como en su corazón.
Mientras caía, abrió por un momento sus parpados y en sus pupilas se reflejó el rostro con pesar del pelirrojo, con sus hermosos ojos enrojecidos, por las lágrimas y una expresión de dolor. A pesar de la distancia constante y creciente entre ellos, parecía que ese momento era infinito y permanecería así por toda la eternidad.
Su cuerpo se hundió en el gran abismo azul, mientras perdía las fuerzas y el dolor era más insoportable. Intentó inútilmente salir a la superficie para recuperar el oxígeno ausente en sus pulmones, en los cuales ahora abundaba el líquido transparente, haciendo que el perdiese cada molécula de aire en su ser. Ahogándose.
Su vida le era arrebatada momentaneamente y sin previo aviso. Ahora se había resignado a eso; que iba a morir. La peor manera de morir. Lenta y dolorosamente. Con sensación de impotencia al no poder salvarse, por más que luche con todas sus fuerzas, no conseguirá nada. Sentía miedo, mucho miedo. Recordar cortas películas de su vida, pensando en personas que quería, cosas que nunca hizo, cosas de las que se arrepentía, cosas que alvergarían en su corazón por siempre. Y lo último que vió. El rostro lloroso de Johann disculpándose por lo que hizo.
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El puente
RandomUna aventura; una fantasía. Un romance; una bala traidora. Una confusión constante que permanece durante las aventuras del joven Dylan, al cual, la vida no le fue tan amable, ni mucho menos, piadosa. Y tal vez por eso o por sus acciones terminó como...