Capítulo I (parte cuatro)

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—¿Ahora me dirás? —Dylan se quedó mirándole fijamente esperando la respuesta, pero antes, lanzó algo más: —Y, ¿Qué tiene que ver con cómo he llegado aquí?

Johann se acercó más a él, como si fuese a contarle un secreto, y dijo:

—Estamos en un limbo, Dylan —siseó, el otro chico estaba confundido y el Johann al ver su expresión continuó—. Es probable que en esa caída te golpeases la cabeza y quedaras en coma; es la mayor razón por la que los vivos estamos aquí. Sólo pueden ser dos causas para estar aquí; quedarte atrapado en el puente hasta que recuperes la consciencia o que viajas a la otra vida como una sombra o una luz. Este puente es el conductor de las almas, las corrompidas van a la parte oscura que podrías ver como el infierno; aunque no es tan malo ni lleno de fuego. Y existen otras, que rara vez se ven por aquí y van al lado derecho.

—Es el que tomamos, ¿verdad —Johann asintió para continuar hablando.

—Pensé que por ahí no encontraríamos ninguna sombra corrompida, pero olvidé que algunas necias tratan de cruzar a la ciudad de las luces, además de que un par de ellas ya me venía persiguiendo, por eso corría cuando me viste. Aveces nos permiten el paso a la ciudad, pero es peligroso para los residentes de allí abrirnos la puerta, podríamos estar controlados por las sombras o permitir que ellas entren, y eso no estaría nada bien.

—¿Has entrado?

—Sí, pero tuve una mala experiencia y no iba solo. Ahora debemos de ir ahí para atender tu herida.

Dylan ignoró lo último y siguió su pequeño interrogatorio.

—¿Con quién ibas?

Johann soltó un suspiro y se dispuso a contestar aquello que le traía recuerdos amargos, los cuales se había encargado de enterrar en lo más profundo de su memoria, debido al dolor que le causaban.

—Con personas como nosotros, chicos y chicas. Supervivientes y aventureros. Nos adentramos a la ciudad de las luces, pero no nos dimos cuenta de que una sombra se infiltró. Casi exterminaba a todas las luces, es decir, las almas puras. Yo y otro chico logramos escapar, los demás no tuvieron la misma suerte —hizo una pausa para tomar aire—. Tiempo después mi compañero despertó y salió del puente. Ellas son más peligrosas de lo que aparentan. Son como un agujero negro que consume todo a su paso.

El joven miraba a Johann con tristeza, sabía que estaba removiendo una cicatriz que aún dolía, pero todavía tenía algunas dudas.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—Unos... 3 años, tal vez. —Dylan se sorprendió, aunque al principio creería que Johann había pasado tal vez mucho más tiempo, si lo pensaba detenidamente era mucho y si el estuviese en su lugar, posiblemente hubiera enloquecido de desesperación—. Y de esos tres, estuve la mitad del tiempo solo. Aveces veo personas por acá, pero la mayoría son atrapados por las sombras, haciendo más extensa su estadía en el limbo. Sin embargo, eso depende de cómo sea tu estado en la realidad, pero muchos carecen de ese conocimiento.

Dylan iba a continuar preguntando pero la herida de bala comenzó a doler más y más, por lo que le dijo a Johann, el cual se reincorporó y el pelinegro le imitó.

—¿Cómo piensas que regresaremos arriba?

—Lo he hecho varias veces —respondió el ojiverde—, sólo debemos escalar este árbol... —Poco a poco su voz desapareció al ir terminando la oración, pues recordó el estado del chico.

—¿Qué procede? —Preguntó Dylan—, dudo poder escalar así.

—Te cargaría, pero no creo lograr soportar todo el recorrido —Johann sacó una pequeña mochila que cargaba tras la capa, lo cual, sorprendió una vez más a Dylan—. Los arboles que están aquí tienen unos cincuenta metros de alto; creo tener algo que cerciore el no caernos, y cuando nos cansemos tomaremos el tiempo necesario para descansar. Sin embargo, hay que procurar tener prisa.

Johann sacó un par de sogas de la mochila, así como una ballesta y ató una de las cuerdas a una flecha y la disparó a lo más alto que pudo al tronco del árbol inmenso frente a ellos y al terminar, hizo lo mismo con la otra cuerda.

Al principio no había tantas ramas de las cuales sujetarse, pero con algunas gruesas que estaban a unos cuatro metros de altura ayudarían antes de que Johann se agotara. Él se ató una soga a la cintura y dejo más cuerda al final para hacer lo mismo con Dylan. Con la otra, se sujetaban para subir más facilmente.

—¿Qué planeas?

—Te amarraré a mí, tú sólo debes sostenerte fuerte y apoyarme empujando aunque sea poco con los pies. Igual, no pesas demasiado.

Él se acercó al árbol e hizo una señal para que Dylan se acercara y este así hizo, apretándole para no caer, mientras que Johann se sostenía fuertemente de la cuerda y ambos, acompasados, daban pasos hacia arriba tirando de la cuerda.
En un principio fue algo difícil, pero entre más avanzaban, más se coordinaban y todo era más sencillo.

Al llegar a donde estaban las ramas era más facil, pues podían apoyarse en las que parecieran seguras.

Y así seguían los dos, con el sudor perlando su piel y escurriéndose hasta caer. Entonces, a Dylan le surcó otra duda por la cabeza y sin más, la soltó como solía hacer.

—¿De dónde conseguiste esas cosas?, las de tu mochila.

—Las robé de la ciudad de las luces.

—¿Fue de la última vez que entraste?

—Algunas sí, aveces me infiltro para conseguir más. No es tan facil sobrevivir aquí.

—¿Hasta esa arma que portas la has robado de la ciudad de las luces?  —Dijo divertido mientras se acercaban a otra rama para tomar un poco de aire.

—En el lado derecho hay muchas cosas que están fuera de nuestra imaginación —rió por lo dicho y el tema de conversación que abordaban, le pasó a Dylan una pequeña botella con agua de la que él había bebido, el otro bebió como si nunca lo hubiese hecho, dejando caer unas cuantas gotas de agua por la comuisura de sus labios—. Supongo que es necesario tener con qué defenderse de las sombras.

Ambos ya estaban agotados por el recorrido y los últimos rayos de luz desaparecían entre la arboleda.

—Deberíamos dormir aquí —comentó Johann, se encontraban cerca de donde se había clavado la flecha con la cuerda y prefirió no cortarla—. Permaneceremos atados, por si alguno se resbala al dormir. Así que no tendremos un amplio espacio personal, pero son las circunstancias.

Dylan asintió y se sentó a su lado, algo temeroso al recordar que ya se encontraban aproximadamente unos treinta metros sobre el suelo.

Después, lentamente se recargó en el tronco. Observó que Johann le imitó pero la rama no era lo suficientemente gruesa como para que él también se recargara en el tronco y por esto dijo:

—Puedes recargarte en mí, si no te incomoda, claro—. Johann le observó duditativo, pero al final accedió; no podría descansar bien si no lo hacía en una posición cómoda.

Y así, Johann y Dylan yacían en la rama de un inmenso árbol, quedando poco a poco en un profuso sueño. Con la oscuridad dominando el cielo y sin alguna estrella visible desde ahí, debido a la distancia. En un punto Dylan recargó su mentón en la cabeza de Johann, y este, sin reclamarle, dejó por fin que sus ojos se cerrasen. Ambos gozaron de la paz del sueño, por primera vez sin preocuparse por el mañana.

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