Neige

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Me levanté exhausto rememorando lo sucedido ayer después de su paseo, recordé a aquellas criaturas que me empezaron a contar bobadas de dragones y demás, una vez que me contaron todo aquello creo recordar que me acompañaron a mi casa o algo así. Menudo sueño más movidito, elfos y dragones en mis sueños.

Bajé a la cocina después de vestirme, solo se había levantado mi padre, así que esperé a que mi madre se levantara para preparar el desayuno. Me escabullí de la cocina sin que mi padre se enterase de que estaba despierto, salí a la calle en la cual hacía mucho frío por lo que decidí entrar de nuevo a casa y pensar con que entretenerme. Cuando entré de nuevo a la casa me topé en el pasillo con una de esas criaturas con las que había soñado.

-¿Te encuentras bien chico?- me preguntó el elfo.

-Sí, no pasa nada, había salido a dar una vuelta pero ya vuelvo a mi cuarto a preparar las cosas, pronto nos mudaremos al pueblo.- respondí rápidamente.

Después de esa breve conversación salí corriendo hacia mi cuarto. Todo lo que había creído haber soñado era realidad. No sabía como afrontar la realidad, pues todas las cosas que me habían contado los dos elfos me parecían cosas improbables. Oí a mi madre y a mi hermana levantarse, entonces me armé de valor para bajar a la cocina. En la cocina estaban todos, mi hermana, mi padre, mi madre y los dos elfos. Habían preparado ellos el desayuno para todos, tenía todo un aspecto delicioso, había mermelada de arándonos, un pan tostado en forma de hogaza, un zumo oscuro que supongo que es de frutas del bosque, y otras cosas más que tenían que ser deliciosas. Cuando me senté en la mesa para comer todos, cada uno hablaba a su aire, mi hermana hablaba con Ely y mi madre de la boda, estaban hablando de el tipo de tela del vestido y también los adornos y conjuntos que podría llevar, mi padre hablaba con Bran de los cultivos y trucos que usan los elfos para conseguir una mejor y mayor cosecha, todos estaban comiendo alegremente. Después de un rato llamaron a la puerta y fue mi padre a abrir, era el novio de mi hermana que venia a recogerla pues iban a empezar a preparar los asuntos de la boda. Ely ayudó a mi madre a recoger las cosas del desayuno y una vez que terminaron nos sentamos todos a hablar de lo sucedido la tardenoche anterior. Por lo visto los elfos les explicaron todo ayer mientras descansaba aturdido en mi cama.

-Eiden tiene que presentarse ante el huevo que hay en el pueblo, está destinado a él, recibirá una buena educación y será un gran jinete.- dijo Bran.

-Pero ¿Cómo sabremos que no va a correr ningún peligro?¿y si ese bicho suyo lo mata? No quiero que mi hijo corra ningún peligro.- respondió mi padre.

-Ustedes no se preocupen, su hijo va a estar en las mejores manos posibles, además, lo va a entrenar y educar el mejor jinete que existe, Eragon, y estará protegido por él y todo el imperio.- dijo Ely con una voz calmada.

Mis padres estaban dubitativos y algo recelosos de todo aquello que les habían contado, creían en los dragones pero nos les convencía el que yo abandonase la casa tan pronto y también dejarme en manos de unos desconocidos. Finalmente aceptaron probar lo del huevo y que ya irían viendo como se desarrollaba toda esa historia. Para empezar, fuimos al pueblo para presentarme como candidato a el huevo, había una poca de gente que estaba esperando a ser elegida para probar suerte, así que tuvimos que esperar un tiempo. Cuando por fin nos tocó, pudimos observar el huevo y el cofre en el que se encontraba. El huevo era blanco como la nieve y liso, sin ninguna imperfección en su superficie, el huevo desprendía una suave luz blanca lo que hacía que fuera más impresionante. El cofre estaba forrado por dentro con terciopelo rojo cobrizo y dentro había un cojín que ocupaba todo el espacio y además era el sitio en el que estaba apoyado el huevo, el cofre estaba revestido con broches y dibujos de oro, algunos dibujos se completaban con otras piedras preciosas como el rubí para las rosas o la esmeralda para las hojas de los árboles, también pude divisar algunos diamantes.

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