Capítulo 5 EL ARTISTA SEDUCTOR (Melody Carver)

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A pesar de lo temprano de la hora, Melody y Candace salieron a Radcliffe Way con la energía limitada de dos chicas que han estado encerradas en un todoterreno durante catorce horas. Sorprendentemente, el vecindario era un hervidero de actividad. Al final de la calle, unos niños daban vueltas al callejón sin salida en sus bicicletas; y unas cuantas puertas más abajo, una familia entera de deportistas jugaba futbol en el jardín delantero.

 -¿Será una sola familia? -preguntó Melody al aproximarse a la cavernosa vivienda de piedra, donde no menos de diez atractivos chicos melenudos embestían con el balón.

 -Los padres deben de haberlos tenido de dos en dos -especuló Candace mientras se ahuecaba el pelo.

 De pronto, el juego aminoró el ritmo y luego se detuvo, mientras el pelotón observaba a las hermanas Carver pasar de largo.

 -¿Por qué todo el mundo se nos queda mirando? -mascullo Melody sin apenas mover los labios.

 -Acostúmbrate -repuso Candace también por lo bajo-. La gente te mira fijamente cuando eres guapa -sonrió a modo de saludo para los jóvenes que por ahí se hallaban; todos ellos con sus adorables matas de color marrón y un rubor tan intenso en las mejillas que podría proceder de un colorete de Maybelline. El humo de la barbacoa, del tamaño de un tanque, hacía circular el penetrante olor a costillas asadas por todo el vecindario, a una hora en que la mayoría de la gente no habría terminado aún su primera taza de café.

 Melody se agarró el estómago vacío. Una buena comida a modo de desayuno sonaba genial en ese preciso instante.

 -Me encantaste en el catálogo de J. Crew del mes pasado -dijo Candace elevando la voz.

 Los chicos cambiaron miradas de perplejidad.

 -¡Candace! -Melody dio una palmada en el brazo a su hermana en el brazo.

 -Diviértete un poco, ¿no? -Candace se echó a reír al tiempo que hacía sonar sobre la acera las plataformas plateadas de su madre.

 -Cuando pasamos, todos nos miran como si viniéramos de otro planeta.

 -Es que venimos de otro planeta -Candace se ajustó las tiras del cuello de su overol de Missoni.

 -Igual es porque vas vestida de sábado por la noche un domingo por la mañana.

 -Pues yo estoy segura de que es porque tú vas vestida hoy del viaje por la carretera de ayer -replicó Candace-. Nada mejor para hacer amigos que una camiseta gris sudada y unos jeans extra grandes.

 Melody contempló la posibilidad de contraatacar, pero optó por abstenerse. No cambiaría nada. Candace siempre seguiría en la creencia de que la belleza exterior era la clave del éxito. Y Melody siempre abrigaría la esperanza de que la gente fuera más profunda que todo eso.

 Recorrieron en silencio lo que quedaba de Radcliffe Way. La serpenteante calle atravesaba una especie de bosque o barranco; las viviendas a ambos lados tenían jardines delanteros cubiertos de hierba y densos y selváticos matorrales en los patios traseros. Pero ahí terminaban las similitudes. Como el caso de los leños de la cabaña de la familia Carver, únicos y diferentes entre sí, cada una de las casas contaba con características particulares que la hacía diferente a las demás.

 El cubo de hormigón gris de al final de la calle estaba cercado con una espantosa maraña de cables y líneas telefónicas; la antigua mansión de estilo victoriano se encontraba a la sombra de un dosel de enormes hijas de arce del que se desprendía una incesante ráfaga de semillas con forma de hélice que, como un helicóptero, caían sobre el suelo cubierto de musgo; una piscina con fondo negro y docenas de fuentes con criaturas marinas en miniatura hacían las delicias de los residentes en el número 9 de Radcliffe Way: aunque el sol se ocultaba bajo un edredón de nubes plateadas, los dueños de la casa estaban en el exterior, nadando y salpicando por todas partes como un banco de delfines juguetones.

Monster High - Lisi HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora