Chapter Ten: Cita de juegos

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El silencio era tenso en el ambiente, más que nada porque Katrina no podía quitarse de la cabeza aquella imagen del cadáver de Adrien Pritzker completamente palido, con una espeluznante sonrisa surcandole el rostro dejando a la vista la extremidad que había sido arrancada, su lengua, y no contentos con eso tenía tambien un agujero en el pecho por donde se vislumbraban la sangre y costillas rotas, el espacio que debería ocupar el corazon se encontraba vacío. Mucho menos podía quitarse las palabras de Oliver de la cabeza.

"Para que ya no dijera dulces mentiras"

Así que allí estaban los tres, sentados en la sala, Oliver y Edith frente a ella y un cadáver en el piso de arriba. Por alguna razón, a pesar del espanto, no quería llamar a la policía, asumía que Liver tenía algo que ver. Seguramente si preguntaran, ella no podría decir que fue ese niño quien asesinó a aquel hombre.

La pregunta era...

-¿Porque? -Su voz salió estrangulada, como si le hubiera costado formar esa simple palabra.

Observó fijamente al pelinegro. La ininmutable calma del chiquillo la tenía entre asombrada y asustada. ¿Es que acaso no era consciente del cadáver en el piso superior? ¿O simplemente no le importaba en lo más mínimo? Y si era así... ¿Desde cuando su Liver era tan frío? ¿Siempre lo había sido?

-¿Porque que, querida? -La armoniosa y dulce voz de Edith esta vez no logró calmarla.

Hasta comenzó a notarla ligeramente sobreactuada, ensayada.

-¿Porque no llamamos a la policía? ¡¿Porque a ninguno parece importarle que Adrien este muerto?! -Exclamó abrazando sus piernas, casi meciéndose.

-Primero que nada, deberías tratar de calmarte, dama mía -Expresó Oliver mirándola con una paz que parecía imperturbable.

La rubia lo miró levantarse de su lugar y caminar hasta ella, para luego sentir su pálida mano acariciarle el cabello. Inexplicablemente eso la relajó un poco, ni siquiera notó a Edith frunciendo los labios con disgusto desde su lugar.

-Todo estará bien, Katrina, eso es lo que debes comprender... Pase lo que pase siempre todo estará bien... -Murmuraba el chico en tono conciliador, envolviéndola nuevamente en otro cuento donde solo estaban ellos dos.

Sin notarlo estaba otra vez cayendo a los encantos y palabras suaves de ese hermoso ángel manipulador.

-E-es que... Estoy asustada... -Susurró la joven, dejándose endulzar con aquella hiel tan deliciosamente venenosa.

-No hay nada que temer, Katrina... No hay peligro alguno para ti, nada te ocurrirá -Él contestó en el mismo tono anterior, era curioso como podía transmitirle tanta paz a la muchacha solo con simples e insignificantes palabras.

Edith los observaba disgustada, no le agradaba para nada el que esa chica estuviera tan cerca de SU niño, o que Oli la tratara como suya... ¿Que estupidez era esa? ¿Que significaba eso? Oliver no podía tener otra dama que no fuera ella. Se mordisqueó las uñas, tenía que deshacerse de Katrina Petrova.

La sangre le hervía de solo mirarlos viéndose de esa forma tan particular, tan sincera, como si existiera completa confianza entre ambos. Casi soltó un gruñido cuando el pequeño se acercó al oído de la joven rusa susurrándole algo que no alcanzó a oír, pero supuso que tenía que ver con ella porque Katrina de inmediato la observó sin expresión. Parecía haberse calmado finalmente.

-De acuerdo... ¿Entonces que haremos con el cuerpo? -Dijo, esta vez,  tranquilamente la muchacha rusa.

-Bueno... Pensaba arrojarlo al lago... -Argumentó la mujer, cruzada de piernas, sin perder la elegancia, como si hablar sobre deshacerse de un cuerpo fuera algo cotidiano, banal.

Oliver: Inocencia maldita [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora