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Seis

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—¿Te gusta? —le pregunté al cabo de unos segundos, por lo que ella se echó a reír con vergüenza—. Porque como tu próximo novio falso, quiero que sepas que tienes derecho a tocar.

—No seas idiota, y sí, estoy estudiando —bajó su mirada a su libro. Yo pasé mis manos por mi cabello, sabiendo que ella quería mirarme—. Vístete ya, tus padres terminarán de cocinar en cualquier momento.

—De acuerdo —dije tomando el borde de la toalla para dejarla caer al piso, pero, antes de hacerlo, ella me miró.

—¡Pero cierra la puerta! —exclamó y reí.

—¿Qué? ¿Nunca has visto a un chico desnudo? —alcé una ceja.

—No es eso, es que no quiero llevarme decepciones —bromeó y reí más.

Era una caja de sorpresas.

  
—Créeme, no las habrán —le guiñé un ojo y ella se tapó el rostro con una mano.

Me puse la ropa interior a gran velocidad y devolví mi mirada hacia ella, que mantenía los ojos cerrados detrás de su mano.

—Estás mirándome, maldita pervertida —bromeé.

—¡No es cierto!

—Acabo de verte, no mientas.

Ella bufó y se acostó en mi cama, tapándose el rostro con una de mis almohadas.

Tiempo después, ella me confesó que en realidad ella sí vio mucho de mí ese día, pero en ese momento ella pensaba que obviamente se llevaría su orgullo a la tumba.

Me estoy adelantando en la historia.
 

Me puse el pantalón y la camisa y avancé hacia ella, arrebatándole mi almohada del rostro.

—Listo, exagerada.

—No soy exagerada —se sentó en mi cama—, tú eres un idiota.

  
Le gustaba llamarme "idiota" y a mí simplemente me divertía que lo hiciera.

—Volviendo al tema, ¿realmente estás estudiando?

—Sí, y tú deberías hacer lo mismo.

—Claro.

Me acerqué al escritorio, tomé una silla y la coloqué junto a la suya antes de sentarme. Fingí empezar a leer, pero antes de hacerlo, tomé el libro y lo cerré. Puse mis codos sobre el libro.

  
—Te detesto —dijo ella.

—Tú me agradas, ¿te parece si somos amigos? —ella rio suavemente mientras yo le ofrecía mi mano.

Ella también sabía que había un detalle: habíamos empezado esta relación tan de la nada, que ni siquiera éramos "amigos" en todo el sentido de la palabra.

—Podemos ser amigos —tomó mi mano y las estrechamos.

—Dime amiga, ¿tienes algún talento que no sea estudiar?

—Sí, en mis ratos libres finjo que soy la novia de un chico con problemas de adicción a las apuestas ilógicas.

Sonreí ladeado.

   
—Ahora, muévete —me empujó con todas sus fuerzas y apenas si logró empujarme medio centímetro.

—¡Toc, toc, toc! —canturreó mamá, mientras daba tres golpes a la puerta.

Eleanor me miró asustada, lo cual me divirtió.

—Pasa.

—Pueden bajar ya a comer —anunció cuando entró y ambos nos pusimos de pie. Salimos de la habitación, bajo la mirada pendiente de mamá.

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